Últimamente a Mariano Rajoy las cosas de la política le salen redondas. Gana las elecciones europeas con un candidato, Cañete, en la edad de la jubilación (intelectualmente jubilado hace años); destroza al PSOE forzando la dimisión de su gran rival, Alfredo Pérez Rubalcaba; dinamita el espectro de voto de la izquierda consiguiendo que Podemos se nutra fundamentalmente de desencantados del PSOE y de IU, y pilota la sucesión real entronizando a Felipe VI sin que los republicanos hayan asomado el bigote. Para colmo de bienes, ha bajado la prima de riesgo, Durao Barroso echa la culpa de la recesión ibérica al Banco de España de José Luis Rodríguez Zapatero y el FMI y otros focos de poder financiero mejoran sus perspectivas económicas para España. Todo ello, lógicamente, ha puesto de excelente humor al jefe del Gobierno y del PP. Que ejecuta sus decisiones y emana su legislación, no lo olvidemos, avalado por una mayoría absoluta.

En esa doble disposición, y puesto que no sólo del circo electoral, sino también del pan, vive el hombre español, don Mariano acaba de anunciar que nos va a bajar los impuestos.

Pregunta capciosa: ¿los mismos que previamente había subido?

Será Cristóbal Montoro, el ministro del ramo, quien explique al pueblo los pormenores de su nueva política fiscal. No, desde luego, un borrón y cuenta nueva, un reparto discrecional de dividendos, una lotería ni un premio, sino una paulatina descarga del peso que soporta el trabajador y contribuyente nacional.

Parece ser que don Mariano y don Montoro van a comenzar por liberar de algún tramo a los autónomos que ingresan menos de doce mil euros al año. El resto, de momento, seguirán como están, y es que en España, desde hace ya demasiado tiempo, se penaliza ganar dinero. De ahí el fraude y la evasión. De ahí Bárcenas, sus cuarenta millones y sus cuatro años de jaula negociada, menos de lo que le caería a un quinqui por apalancarse un buga.

El Gobierno se ha propuesto bajar los impuestos. Esas medidas, junto con el abaratamiento de los créditos, serán bienvenidas por la gente de orden y las confederaciones empresariales. El PP mejorará su imagen mientras el PSOE se eterniza en solventar sus conflictos internos.

A un año de las municipales y autonómicas, la derecha sonríe.