El edificio del Casino Mercantil, hoy sede de Bantierra, cumple cien años en su privilegiado emplazamiento del Coso zaragozano.

Centenario muy bien llevado gracias a la todavía reciente y espléndida restauración integral promovida a principios de los dos mil por el entonces presidente de la entidad, Bruno Catalán, y llevada a cabo por el arquitecto José María Valero.

El edificio que en 1914 levantó el genial Francisco Albiñana sigue deslumbrándonos hoy por su originalidad y belleza.

Una arquitectura con alma propia, en cuyo interior, además de los fastuosos salones y tesoros artísticos, perduran sugerentes misterios.

¿Cómo explicar, por ejemplo, esa abundancia de plantas y motivos vegetales en sus fachadas y elementos ornamentales? ¿A qué obedeció semejante profusión de rosas, ranúnculos, castaños, margaritas, robles, tulipanes y laureles? Una posible explicación a este modernismo orgiástico y pagano descansaría en las simpatías masónicas de Albiñana, quien llegaría a ingresar en una logia de Zaragoza, Constancia, en calidad de primer vigilante; circunstancia que no le serviría de atenuante frente al pelotón de fusilamiento que segó su vida a comienzos de la guerra civil.

La exposición El Mercantil, organizada por la Fundación Caja Rural de Aragón, nos permite visitar el legendario casino disfrutando de sus tesoros, desde piezas de Marín Bagüés, Gárate o García Condoy, a grabados, fotografías, carteles y diversos documentos que reconstruyen la estrecha relación del edificio con los calendarios festivos y culturales de la capital aragonesa y con la intrahistoria de una incipiente burguesía que, desde un principio, encontró cobijo en sus salones, diversión en sus restaurantes y pistas de baile o ilustración en las conferencias de Azorín, Gómez de la Serna y otros autores ilustres.

La muestra nos devuelve muy especialmente el aroma de los años veinte, con su carga romántica y revolucionaria, y la emblemática historia de un edificio muy representativo de una determinada Zaragoza que todavía hoy, anímica, espiritualmente, sobrevive en el tiempo, como por fortuna han perdurado las fachadas e interiores, las vidrieras y escalinatas, las bibliotecas y frescos, los bustos, las alfombras, la memoria del Mercantil.