La Hermandad de la Sangre de Cristo realiza el servicio de recogida de difuntos en Zaragoza desde el siglo XIII, en tiempos de la peste negra. Luego vinieron otras epidemias como el cólera y la más actual el coronavirus.

Normalmente, los 50 miembros que conforman esta especie de funeraria con orígenes medievales levantan los cadáveres de un accidente de tráfico, suicidio, homicidio o cualquier muerte no natural. Sin embargo, desde la aparición del coronavirus se ha ampliado su radio de acción porque también han asumido a los fallecidos que los forenses sospechan que han muerto infectados con este virus y que han fallecido en su domicilio.

Por el momento han sido una decena, aunque desconocen si la cifra puede aumentar conforme avance esta pandemia. Fueron precavidos y hace unas semanas adquirieron todo el material necesario para protegerse ante el coronavirus. Cuando bajan de su conocido furgón blanco en el que destaca una cruz sobre fondo azul parecen agentes policiales especializados en NRBQ. No es para menos, ya que son, junto con los especialistas en medicina legal, los que manipulan y trasladan los cadáveres.

Esta imagen sí que es muy diferente a cuando realizaban la recogida de cadáveres en epidemias pasadas. Entonces, tal y como señalan sus archivos históricos, iban provistos de carros recorriendo las calles de la capital aragonesa rompiendo el silencio con el sonido de una campana que avisaba que la Sangre de Cristo iba a recoger un cadáver en estado de putrefacción y que lo iba a trasladar al extramuro de la ciudad por cuestiones sanitarias.

Una labor que fue reconocida no solo por la sociedad de entonces, sino también por las autoridades eclesiásticas que concedieron a esta cofradía el privilegio de tener un paño mortuorio con el que consagraban la tierra del mismo modo que lo están los cementerios. Ahora los llevan al complejo municipal de Torrero donde esperan que alguien los reclame para dar sepultura. Este 2020 superarán los 500 levantamiento anuales.