Para el escritor Sergio del Molino la música forma parte de su vida y de sus libros, tanto que todos los que ha escrito tienen una "playlist", una "banda sonora" particular que refleja el ánimo de sus personajes, también el de su pasado adolescente retratado en su última obra 'La mirada de los peces'.

En estas páginas aparece un Sergio del Molino adolescente en un barrio obrero con nombre de santo en Zaragoza -San José- que escucha y canta los temas de 'Barricada' y acude a su primer concierto, y para el que la música, como para todos los adolescentes, es "importantísima".

"Es la puerta al mundo donde uno empieza a tener su primera educación sentimental, mucho más que con la literatura, y de una forma más visceral", comenta en una entrevista con EFE, con motivo de la presentación de su libro en el Teatro Principal de Zaragoza el pasado miércoles.

Como ya hizo en 'La hora violeta', el autor se convierte en protagonista y narrador de su propia vivencia, motivado por el suicidio anunciado de su profesor de instituto Antonio Aramayona, un activista conocido en Zaragoza por su defensa del laicismo y la escuela pública.

Descolocado por esta decisión de su profesor y amigo, aunque no sorprendido porque lo conocía bien, Del Molino (Madrid, 1979) bucea esta vez en su yo adolescente del que actualmente no queda "nada" y al que trata como a un "extraño".

"Hay un momento de metamorfosis personal que hace que te conviertas en otra cosa y que te resulte muy difícil reconocerte en el pasado. No puedes decir que no eras tú, pero en realidad ya te has convertido en otro", resalta.

Aunque el libro es una auténtica "confesión", poner por escrito parte de su memoria no le ha supuesto ningún sonrojo, porque hace tiempo que perdió la vergüenza. "Se trataba de mostrarse como un idiota directamente y el libro va servido de idioteces", precisa.

Esta novela, editada por Literatura Random House, es también una mirada a la vida de los barrios de la década de los 90 desde la perspectiva de alguien que sí ha vivido en uno de ellos.

Frente a la visión del barrio como algo "zafio, histriónico y brutal a lo Belén Esteban", está otro enfoque que ha tenido mucho predicamento en los últimos años y que tiene que ver con la épica del barrio, donde vive gente honrada que madruga.

"Son dos visiones propias de gente que no ha vivido en barrio; es verdad que Belén Esteban es una realidad, pero yo también he salido de allí y a la gente como yo no se le suele asociar a la estética y a la vida de los barrios", puntualiza.

Desde la primera hasta la última página, el suicidio del profesor Antonio Aramayona está presente en este libro, aunque no como objeto de debate porque entiende la decisión, sino como un hecho que provoca "tristeza".

Del Molino narra el dilema que le pone Aramayona cuando le pide que participe en el documental sobre su suicidio dirigido por el periodista Jon Sistiaga junto a otros amigos del profesor, y en la situación tan difícil en que coloca a todos, obligándolos a posicionarse.

No era nuevo, "los que le conocíamos sabíamos que funcionaba así", apunta Del Molino, quien describe a Aramayona como un hombre contradictorio, que suscitaba simpatías y odios viscerales a partes iguales, con el que "sólo te podrías relacionar de un modo 'hooligan', a favor o en contra".

Antes de morir, Aramayona pudo leer las primeras páginas de 'La mirada de los peces', con el que estaba encantado, tanto que le llamaba "su libro", algo que Del Molino siempre corregía: "No, es el mío, Antonio", decía.

Al autor le habría gustado que lo leyera entero, pero el profesor no quiso esperar, porque ya había comenzado su cuenta atrás.

Después de escribir un ensayo tan "exigente" como 'La España vacía', 'La mirada de los peces' ha sido para Sergio del Molino "un alivio", en el sentido de que se ha podido soltar más porque ha sido una obra "más poética y literaria".

Su siguiente trabajo todavía está "muy verde" como para anunciarlo, pero será tipo ensayístico, aunque tampoco lo tiene claro, porque este escritor y periodista se mueve siempre en terrenos fronterizos: ni sus novelas parecen novelas ni sus ensayos, ensayos, apunta.

Eso sí, siempre los escribe pensando en quien lo va leer, preocupado por que el lector comprenda lo que quiere decir, porque entiende la literatura como una forma de comunicación. "En mis libros acompaño al lector de la mano", concluye.