A partir del 95-96, le cupo al PP el dudoso honor de acabar de cuajo con la construcción de viviendas de protección oficial; ahora, el PSOE puede darse el gusto de resucitarlas (las VPO, se entiende) y sortear su entrega mediante ceremonias cargadas de confusión, de nervios y de una inquietante atmósfera años Cincuenta . Quince mil y pico solicitantes, 216 pisos a la venta, 60 pisos de alquiler. Tres mil de los interesados estaban allí de cuerpo presente, en el Príncipe Felipe, esperando a ver si salía premiada su bolita. En tal caso, los más afortunados lanzaban vítores, se abrazaban o lloraban bajo los focos de las televisiones desplazadas al acontecimiento. Igualito, igualito que cuando hace cuarenta años adjudicaban las casas de la Obra Sindical (vertical) del Hogar. Dios, qué bajo hemos caído las clases medias.

Si en los dos últimos lustros se hubiese mantenido en Zaragoza, Aragón y España entera un alto nivel de construcción de viviendas de protección, no pasarían hoy las cosas que pasan. Claro que tampoco hubiese ganado tantísimo dinero el sector inmobiliario. Las VPO (permítanme decirlo por enésima vez) fueron saboteadas por la derecha en nombre de la liberalización del sector. En realidad lo que se pretendía era conseguir que los pisos de cien metros cuadrados y construcción standard dejarán de ser protegidos (ciento veinte mil euros a precio actual) y se convirtiesen en libres (trescientos mil euros... o más). ¡Los mismos pisos!

Nos vamos resignando. Creemos que las VPO son viviendas sociales , casas para pobres (¡y cuestan veinte kilitos de los de antes!), por lo cual no nos da apuro convertir su sorteo en un espectáculo cuasiperonista. Nada nos extraña ya. Mientras el actual Ayuntamiento sigue vendiendo (o permutando, tanto da) solares de titularidad pública y cerrando convenios urbanísticos a la carta, la vivienda de protección oficial va a ser empujada definitivamente al extrarradio, a los futuros barrios-dormitorio. Menuda lotería.