Es casi contradictorio. Pero Teruel, una de las provincias con menos industria y más despobladas de España, posee una de las centrales térmicas más contaminantes de UE: la de Andorra. Esta planta, junto con la existente en Escucha, que cerró el 31 de diciembre del 2012, figura entre las cien instalaciones que más polucionan el aire del continente.

Ambas, que utilizan o utilizaban mineral nacional, más perjudicial para el medio ambiente, colaboran para que España ocupe el octavo puesto en la lista de contaminación atmosférica causada por grandes instalaciones industriales europeas, según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). La central de Andorra aparece en el puesto 61 y la de Escucha, en el 85, por delante del resto de industrias españolas: la de Almería (88), la leonesa UPT Compostilla (Cubillos del Sil, 95) y la refinería de Repsol en Tarragona (97).

Con todo, estos datos se han quedado anticuados, ya que se refieren al periodo comprendido entre el 2008 y el 2012. Además, Escucha dejó de funcionar, precisamente por sus dificultades para adaptarse a los nuevos requisitos en materia de niveles de contaminación de la Unión Europea, cada vez más estrictos.

Y, al mismo tiempo, la central térmica de Andorra atraviesa por un momento delicado por el mismo motivo, debatiéndose entre la obligatoria modernización de los sistemas de control de contaminación y el cierre en un plazo de nueve años.

La instalación de Andorra constituye un puntal del empleo en varias comarcas del noreste de Teruel, pero Endesa, su propietaria, no define cuáles son sus planes para la central. En cualquier caso, para cumplir la normativa ambiental la central necesita recibir en un plazo muy corto una inversión de 230 millones de euros.

Esta situación ha creado una gran preocupación social en la zona y la plantilla de la térmica se ha manifestado en varias ocasiones en defensa de sus empleos.

El pasado mes de febrero, Endesa comunicó su voluntad de que la central se acoja a un programa de 17.500 horas de funcionamiento, dentro del Plan Nacional de Asignación de Derechos de Emisión. Se trata de un objetivo modesto para la capacidad de la instalación, por lo que muchos entienden que la empresa cerrará la planta en cuanto se acabe el cupo o, como muy tarde, en el 2023.

El caso de Escucha es distinto. Cerrada desde hace casi dos años, su futuro es también incierto, según explica Javier Carbó, alcalde de la localidad. "Ahora mismo se están realizando labores de limpieza en la instalación, por parte de EON, su propietaria, pero no sabemos qué pasará más adelante", señala. En la actualidad se habla de demolición y también de reutilización, es decir, de producir energía a partir de otros combustibles. Esto último sería una buena noticia para el medio centenar de personas que trabajaban en la central antes de echar la persiana.

Claro que, en realidad, la actividad de la central de Escucha había ido declinado paulatinamente. De hecho, los últimos años funcionó con un sistema de horas que no llegó a agotar. "Por sus dimensiones realizaba una labor de apoyo, entraba en marcha en cuanto lo requería la demanda", explica Carbó, que resalta la importancia de la central para la economía de la zona.