A Pedro R. C. le gustaba quedarse el ciento en una mano y, a menudo, el pájaro en la otra. Ha pasado la Navidad en la cárcel de Zuera por endosar carcamales a varios aficionados a las aves que querían comprarle loros. Este joven oscense de 19 años está acusado de un presunto delito de estafa continuada en la venta de loros. El juez de Lucena (Córdoba) había emitido el 9 de diciembre una órden de detención y presentación que se hizo efectiva el día de Nochebuena, cuando agentes de la Policía Nacional lo arrestaron en una empresa de mensajería. Estaba cumplimentando los trámites para enviar un pájaro a uno de sus clientes. El loro, como acababa ocurriendo a menudo, según las denuncias presnetadas contra él, no coincidía con el que había acordado mandar.

El detenido operaba desde Zaragoza bajo la marca Loro Star con un burdo pero efectivo sistema en el que la dirección de su madre aparecía como domicilio de su empresa. Se trataba de cobrar por algo que no siempre vendía o que, si lo remitía, solía no ser lo que le habían pedido.

Pedro ofrecía loros en internet y en revistas de compra-venta y sus clientes cerraban el trato con él a través de un teléfono móvil de contacto. Aparentemente, para un envío contra reembolso previa transferencia bancaria. Facilitaba al comprador un número de cuenta para que efectuara un ingreso que no solía bajar de 300 euros. Nada más recibir el dinero, lo retiraba en una sucursal bancaria zaragozana. Pájaro en mano. Después, explicaron fuentes policiales, podía enviar el pájaro al comprador. O no. En el caso de mandarlo, los pichones de loro criados en cautiverio solían convertirse en aves viejas sin anillar, sin chip de identificación y carentes de documentación y libro de vacunas, explicaron las mismas fuentes.

A la Policía Nacional de Zaragoza le constan ocho denuncias presentadas en distintos puntos de Andalucía y Cataluña, además de la capital aragonesa. Según fuentes policiales, la Guardia Civil recibió en Huelva denuncias similares.

Aves americanas

Los responsables de la investigación creen que Pedro R. C. compraba los loros a particulares y en pajarerías aragonesas. La mayoría, al parecer, procedían de América y Portugal.

En Zaragoza ofreció un yaco o loro gris africano de color rojo por 360 euros; otro cliente negoció la compra, por 876 euros, de un loro gris de color vinagre, y en la revista onubense Cambalache anunció un "yaco, Amazonas, pichones criados en cautiverio, completamente dóciles, cariñosos, documentados y vacunados" que salían por 310 euros.

Los loros criados en cautividad son más atractivos para los compradores al ofrecer mayor docilidad que los silvestres.

Tras detenerlo, los agentes de la Policía Nacional le intervinieron tres jaulas en las que guardaba seis ejemplares. La Policía los entregó en el Centro Municipal de Protección Animal, en La Cartuja, a la espera de que el juez decida darles un destino.