Han pasado más de seis meses desde que se decretó el estado de alarma. ¿Aumentó el número de atenciones a mujeres víctimas de violencia machista durante el confinamiento?

No, el número de atenciones ha sido similar. Pero es cierto que en un primer momento del estado de alarma, durante las dos primeras semanas, lo que fue muy preocupante es que hubo un descenso de llamadas. Venían menos mujeres y había menos informes del servicio de guardia tanto social como psicológica. El número de atenciones de mujeres víctima de violencia de género se volvió casi inexistente.

¿A qué se debió?

El estado de alarma generó mucho desconcierto en toda la sociedad y, además, sucedía que había víctimas conviviendo con sus agresores. Nuestro temor no era que hubiera menos casos, sino que se saliera menos a pedir ayuda. El confinamiento podía generar situaciones muy complicadas y conflictivas en los domicilios

¿Cuándo volvieron a aumentar las atenciones?

A finales de marzo cuando lanzamos la campaña No estás sola y Hazlo por ellas. Queríamos dejar claro que el servicio de atención a la violencia, como servicio esencial, seguía funcionando. Continuaba la atención presencial pero también hacíamos seguimiento telefónico. Desde entonces el número de atenciones comenzó a subir. Ha habido un cierto descenso con respecto al año anterior pero no es significativo. En julio del 2019 hubo 86 mujeres atendidas por primera vez y este julio hubo 79. Y en agosto hubo 71 el año pasado y 70 este.

La campaña Hazlo por ellas estaba dirigida a los vecinos de mujeres maltratadas y la de No estás sola a las víctimas. ¿Quiénes llamaban más?

Llamaban más mujeres. Vecinos llaman muy pocos… (silencio). Es difícil. Cuesta delatar a un vecino. Pueden llamar si se dan situaciones muy extremas, pero la violencia está muy oculta. Si la violencia es física y hay señales muy claras de la misma suele haber una respuesta ciudadana, pero a veces cuando la violencia son los celos, los insultos, las humillaciones... Es menos visible pero es muy perjudicial. Esta violencia es la que les impide a las mujeres tomar decisiones por sí mismas, porque esa violencia daña su autoestima y su capacidad de respuesta. Cuando una mujer rompe con su agresor suele ser cuando ha visto en peligro su vida, no antes.

Y hasta ese momento…

Hasta ese momento no se pueden dar cuenta, no es que no se den cuenta. La consecuencia de estar viviendo una relación de violencia es la anulación de la víctima. Las víctimas tienen miedo porque los agresores utilizan la amenaza y la coacción.

Imagino que ustedes tienen una relación estrecha con las mujeres a las que atienden. ¿Temisteis por ellas durante el confinamiento?

Nos preocupaba muchísimo. Por eso hacíamos el seguimiento telefónico. Cada profesional llamaba para dejar claro que seguíamos estando ahí. Y asegurando que nuestra llamada no generase mayor riesgo.

¿En qué momento entra la Policía en juego? ¿Podéis llamarles para denunciar una situación grave?

La Policía es un recurso más con el que cuentan las mujeres maltratadas. Hay colaboración con ellos y ellos también nos derivan casos que les llegan. Pero nosotros no podemos obligar a una mujer para que denuncia. El proceso de toma de decisiones cuando hay una situación de violencia lleva un tiempo. Tienen mucho miedo de que les maten. Nosotras lo que hacemos es informar de los recursos que tienen a su disposición: la propia Policía, asesoramiento jurídico, abogados, ayudas económicas, recursos habitacionales…

¿No pueden actuar de oficio?

Sí, pero es muy importante que las mujeres tomen esa decisión por ellas mismas. Podemos insistir, pero no podemos obligar a nadie a denunciar. Ante situaciones de muchísimo riesgo puedes informar a la Policía, pero lo importante es que ella tome la decisión y se sienta con fuerzas para tomarla por ella misma. Es parte del proceso.

¿Qué falla en los casos en los que se está realizando un seguimiento a una mujer y esta acaba asesinada?

Lo que falla es siempre lo mismo: que los hombres se siguen relacionando desde una posición de violencia, de poder y control hacia las mujeres. Eso es lo que hay que cambiar, esos roles que hemos aprendido y que son una construcción social. Cuando un hombre mata a una mujer lo que falla precisamente es eso, que un hombre ha matado a una mujer.

¿Hay un perfil establecido de la mujer víctima de violencia machista?

No. El perfil es muy heterogéneo. Cada vez nos estamos encontrando con una variabilidad mayor. Hace años, a principios de los 2000, atendíamos a una población de entre 40 y 60 años. Ahora estamos atendiendo a mujeres mayores de 60 que deciden denunciar y romper una relación muy larga.

Mujeres que llevan toda la vida conviviendo con la violencia.

Sí. Pero también hay mujeres jóvenes y víctimas con estudios y trabajo. La violencia se da en todas las situaciones sociales y en todas las franjas de edad. Esto nos dice que lo que antes podía pasar por una mala relación o un divorcio complicado ahora se está señalando y visibilizando como violencia de género.

¿Tampoco influye el nivel socioeconómico?

Hay de todo, pero es cierto que dificulta mucho más si hay una situación de dependencia económica. Pero ocurre también en mujeres independientes y con trabajo. Y las consecuencias psicológicas son las mismas.

Hoy persisten todavía los que niegan la violencia machista.

Negar es ocultar y por eso es muy importante el trabajo preventivo en Institutos, donde se dan los primeros síntomas de relaciones tóxicas. La violencia no es que no existiese en las parejas jóvenes, si no que antes no se identificaba la violencia y se achacaba a que el novio era muy celoso.

En el consistorio se ha debatido sobre la utilidad de los cursos que se imparten en la Casa de la Mujer.

No entramos en eso. Hay muchos tipos de cursos. Tenemos cursos que capacitan laboralmente, como los de carretillera, y otros que mejoran la empleabilidad, como los de informática. Y luego están los cursos de mejora del bienestar, que son muy importantes porque fomentan el empoderamiento de las mujeres. Estos cursos son de mindfulness, de yoga… y son espacios de relación que mejoran la autoestima de las mujeres y les ayudan a controlar las emociones.