Los expresidentes del Gobierno siempre han sido una figura incómoda para sus respectivos partidos. Tras años ejerciendo el liderazgo sobre la nación y sobre sus formaciones políticas, el día posterior a su salida de La Moncloa ha sido complicado de gestionar. Salvo el breve periodo de Leopoldo Calvo Sotelo, el resto de presidentes españoles ha tenido posteriormente un protagonismo que en más de una ocasión ha dado quebraderos de cabeza a sus sucesores.

Esta semana ha visitado Zaragoza el último expresidente, Mariano Rajoy, que ha presentado un libro sobre su etapa en La Moncloa. Y aunque se ha mostrado discreto y rehuye cualquier valoración de los tiempos actuales, se suma a la trayectoria de políticos en la reserva que publican textos memorialísticos o aparecen, aunque sea en un segundo plano, en las páginas de actualidad. Su posible candidatura a la presidencia de la Federación Española de Fútbol atestigua que es difícil apartarse del foco cuando uno se convierte en ex.

No ha sido así en el caso de los expresidentes de Aragón, cuya trayectoria posterior ha sido discreta, en muchos casos han pasado al ostracismo y también en muchas ocasiones no han tenido la mejor salida en sus propios partidos. La Ley del Presidente de Aragón, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades, no otorga ninguna condición especial a los ex, ni tienen derecho a percibir una pensión vitalicia. Tan solo se les reconoce una distinción protocolaria especial en actos oficiales y la posibilidad de escolta.

El primer presidente de Aragón, el socialista Santiago Marraco, presidente de 1983 a 1987, no contó después con el apoyo de la dirección nacional comandada por Alfonso Guerra por su perfil aragonesista y las guerras de poder internas. Tras su salida un año después como secretario general, marchó a Madrid para dirigir Icona hasta 1996. Su papel nunca ha sido demasiado reconocido en su partido y siempre ha estado en un segundo plano sin emitir juicios ni valoraciones.

Solo en los últimos años ha participado un poco más activamente, pero sin abandonar la discreción.

Un caso similar es el del siguiente, Hipólito Gómez de las Roces. Cofundador del PAR, en 1987 fue elegido hasta 1991. Su caso es excepcional en el parlamentarismo aragonés ya que ha sido el único presidente que tras dejar su puesto ha continuado como diputado en las Cortes, si bien perdió todo su protagonismo al no mostrarse partidario de las alianzas del PAR con el PP.

Durante su presidencia, los aragonesistas obtuvieron sus mejores resultados electorales, y Gómez de las Roces abandonó su relevancia orgánica y siguió su carrera de abogado, donde ha sido un experto en la defensa de las administraciones locales y tuvo protagonismo al defender la posición de la diócesis de Barbastro por los bienes eclesiásticos. Discretamente, tras abandonar la Presidencia se hizo militante de base del PAR e incluso llegó a amagar con «suspender su militancia» a principios de la segunda década de este siglo. Nunca ha faltado a actos oficiales y de partido, y en el 2015 mostró su apoyo público a Arturo Aliaga como presidente del PAR.

A Gómez de las Roces le sustituyó su compañero de partido, Emilio Eiroa, que tan solo fue presidente de 1991 a 1993, tras prosperar una moción de censura del PSOE contra su coalición con el PP gracias a un voto tránsfuga. Eiroa nunca superó ese trance y abandonó completamente la política activa con amargura hasta su fallecimiento, en el 2013. El vencedor de esa moción fue el socialista José Marco. Su mandato, también de dos años, fue el más convulso de la democracia aragonesa, salpicado de escándalos que incluso le sentaron en el banquillo. No siguió y esa etapa de la política se trató de tapar al ser poco ejemplar. Cuando en el 2005 se le otorgó, junto al resto de expresidentes, la Medalla de Aragón por parte del Ejecutivo, la oposición lo cuestionó y fue muy criticado.

Santiago Lanzuela, presidente de 1995 a 1999 no solo no tuvo protagonismo posterior, sino que se fue a vivir a Madrid y, aunque fue diputado nacional por Teruel varias legislaturas más, se apartó de Aragón.

Los dos últimos presidentes hasta la fecha, Marcelino Iglesias (el que más años ha estado en la Presidencia y que sigue siendo un referente para los socialistas altoaragoneses) y Luisa Fernanda Rudi, continuaron su carrera en el Senado de forma muy discreta y sin influir políticamente en sus respectivos partidos, PSOE y PP, en los qu,e más allá de reconocerles públicamente su legado, les premiaron con el puesto de senador pero dejaron de tener peso orgánico. Ni siquiera han concedido entrevistas posteriormente. Y luego hay otras figuras relevantes de otras etapas, como José Ángel Biel o Fernando Gimeno que, en las últimas semanas, están moviéndose mucho