Ni se acuerda de cuántos años lleva vistiendo a la Virgen de las Lágrimas. Si hiciera cuentas, quizá podría averiguar incluso cuál fue la primera vez que hizo pirola, con la callada anuencia de algún que otro cura de Jesuitas, para acercarse a atusar a la imagen que esta noche paseará orgulloso por las calles zaragozanas con la Cofradía del Descendimiento de la Cruz. «Como cofrade llevo 51 años; vistiendo a la Virgen, ni lo sé...», cuenta Carlos Sierra. «Puedo decir que cuando iba al colegio ya me escapaba de clase para ayudar a vestir a nuestra Virgen. Junto a Juan Murillo -expresidente de la Junta de Cofradías y exdecano del Descendimiento fallecido hace dos años de un infarto en el Medio Maratón de Zaragoza- nos escabullíamos para montar el paso. Hace muchos años, muchos, no sé...». Son más de 40, seguro, aunque no lo diga.

«Por mi trabajo en el mundo de la moda -es dueño de Q Complementos-, por la experiencia que tengo también montando escaparates, le doy el toque final, poniendo una blonda de una manera u otra, intentando fijarme en cualquier detalle», explica Sierra, que cuenta con la ayuda del equipo de camareras de la Virgen. Su vocal es Matilde Polo. «Cuando acaba la Semana Santa se guardan las prendas preparadas. Se arregla lo que está defectuoso y se deja en perfectas condiciones para el año siguiente. Es una Virgen de vestir, que solo tiene cabeza, brazos y pies. Hay que colocarle las enaguas, las mangas, limpiarle bien los pies... Lleva siempre el broche de la cofradía y el de antiguos alumnos y el Lunes Santo se le pone la túnica nueva morada, con la mantilla, para que el martes Carlos remate la faena».

Y la remata, sin duda. «La dejan vestida y preparada. Así que hay que hay que subirla al paso, ponerle la pollera (el armado de debajo del manto), la corona atornillada, los broches, los rosarios, el collar…, una aguja muy bonita de brillantes y zafiros y un rosario de cristal que donaron hace unos años... Todo eso se hace antes de empezar a poner las flores», explica Sierra, que continúa: «El paso se hace el martes por la mañana. Se saca la peana, se limpia bien y se coloca el palio. Luego se ponen las velas, toda la electricidad y se sube a la Virgen. Las flores quedan para lo último».

Todo el trabajo de Sierra está hecho con finura, con la máxima delicadeza, incluso exquisitez en el detalle. La imagen de la Virgen ha cambiado en los últimos años, perdiendo ese aire un tanto barroco. «Antes llevaba un estilo de mantilla cerrada con la que casi no se le veía la cara. Ahora va más despejada, con el cuello al aire. Antes de restaurarla, tenía las manos y el cuello cuarteados y por eso iba más tapada también, pero ahora puede lucir».

«Aunque no lo parezca, es muy elaborado todo lo que se hace con el paso de la Virgen. La gente no se puede hacer una idea de lo que cuesta sacar una cofradía a la calle. Son flores, varales, electricidad, palio... Por cierto que nos falta algo de relevo en este sentido. No sé qué pasaría si faltáramos Javier Paricio -hijo del que fue director general del Real Zaragoza, entre otros cargos- y yo. Hay muchos detalles, trucos que hay que ir aprendiendo. La gente ve a la Virgen tan guapa, tan maravillosa, que no piensa todo el trabajo que hay detrás», explica el cofrade del Descendimiento, hoy en día uno de los portadores del paso de las Lágrimas.

«He estado muchos años en muchas cosas. Menos salir con peineta, que no se me tiene, creo que he hecho de todo», bromea. «He salido con cordón, de vela, con el caballo, empujando el paso, de cetrero... Y para mí desde cualquier punto que salgas ves que esta cofradía tiene algo especial. En general llama la atención, y no solo por la Virgen. Por elegancia, por seriedad, por el sonido de las marchas… No quiero destacar nada en concreto, sino el conjunto de una cofradía que es elegante y seria, que ha sido capaz de crecer muchísimo los últimos años. Antes era otra cosa, más familiar, ahora somos 1.300 o 1.400, no sé cuántos... (1.356 según el último dato facilitado por esta cofradía)».

Esta noche rodarán las Lágrimas al toque sordo de tambor, entre jotas y emoción. El jueves se reunirá con el impresionante paso del Descendimiento de la Cruz. «Me encanta verla salir y entrar a San Cayetano. La salida del jueves vista desde atrás es espectacular. Me emociono todos los años, todos, aunque también recuerdo con mucho cariño la última entrada en el Sagrado Corazón antes de que cerraran la iglesia», rememora el cofrade morado, que narra el encuentro del público con su Virgen. «Los elogios son continuos. Ver la expresión de la gente es precioso. Creo que es de las pocas vírgenes que quedan que la gente se santigua a su paso. No se puede imaginar la cantidad de fotos que le hacen, la gente que se acerca a tocar la peana, los piropos que le echan. ‘¡Guapa!’, le gritan». Tan guapa como la pone todos los años Carlos Sierra.