"Señorías, pueden apretar el botón de presencia"; "Ahora sí, señorías, repitamos, ya pueden apretar el botón de presencia y votar". Francisco Pina, el presidente de las Cortes, intentó en varias ocasiones poner orden en el caos. Pero nada. A sus señorías el nuevo sistema electrónico de votación se les atragantó. Sólo unos pocos asistieron a la clase práctica de días antes y ayer, lógicamente, la mayoría se aproximó al nuevo artilugio con botones con la misma cara de alucinados que pondría el hombre de Neanderthal al ver pasar una moto. En el PSOE, muchos buscaron la mirada cómplice de su portavoz, Jesús Miguel Franco. En el PP, el desconcierto también era mayúsculo. Y en el PAR.

El sistema es aparentemente fácil: el diputado pulsa un botón para comunicar que está en su escaño y, tras unos segundos, puede pulsar uno de los tres botones siguientes, según su voto sea sí, no o abstención. El resultado se refleja en dos pantallas gigantes. "Observarán que al lado de la tecla que han votado se enciende la luz amarilla", recordó de forma didáctica un Pina con cara de póquer, en medio de la algarabía y las risotadas que provocó el innovador sistema. Hubo hasta tres votaciones para dar por válido el resultado. En la primera, votaron diez diputados de los 51 que estaban en el hemiciclo; en la segunda, se equivocaron dos parlamentarios y en la tercera, la proposición de ley de CHA sobre el Archivo decayó por 48 noes , 10 síes y ocho abstenciones. La votación duró siete minutos.