Hasta que no nota el agua en el cuello el CAI no se vuelve valiente y rescata del olvido su arma predilecta. Si la cabellera de Quintana corre peligro es el momento de acordarse del axioma básico del técnico y del baloncesto moderno: defiendes o estás muerto. En La Palma y antes en Tarragona, los dos match ball que ha ganado el entrenador cántabro, el resurgir hacia el triunfo se ha basado en un sistema de contención sin fisuras, declarado como santo y seña del equipo durante su preparación de pretemporada. Los números son fríos y contundentes. Con la excepción de la victoria de Cáceres (donde la prórroga infló el marcador hasta un 88-92), siempre que el CAI reduce el arsenal de su rival por debajo de la frontera de los 70 puntos termina celebrando el triunfo.

Un vistazo al recorrido del conjunto aragonés deja claro que la resurreción se basará en un compromiso colectivo en defensa, déficit que ha arrastrado al CAI hacia las profundidades de la clasificación en estas primeras diez jornadas. En ese tiempo la plantilla de Quintana se ha destacado como una de las defensas más torpes y agujereadas de la LEB. Con 780 puntos (78 de media) encajados es la cuarta peor de todo el campeonato. Este dato negativo e hiriente se transforma en una versión positiva cuando sólo se contabilizan las victorias (71,7). Si el CAI fuera regular y mantuviera este ritmo defensivo en todos los encuentros sería en la actualidad la sexta mejor telaraña del campeonato y, seguramente, viviría en un lugar más cálido y lógico para su caché de gigante. La importancia de la contención queda reflejado en que los dos colíderes destacan en esta tarea de lucha y concentración. El Menorca, que visita mañana Zaragoza, sólo encaja 67,3 puntos por partido y el Fuenlabrada recibe una media de 69,6.

Un ataque de garantías

La realidad es otra. El análisis de las seis derrotas del conjunto aragonés evidencia que su problema es la defensa. La dimensión positiva de las victorias viaja a las antípodas cuando el CAI pierde y su nivel defensivo cae hasta una media irrisoria e inadecuada para un aspirante a la ACB (82,1). Este número sólo es superado por Los Barrios, la muralla con más grietas de la LEB, con 845 puntos encajados.

Mientras que el equipo tiembla cuando vive de espaldas al aro, en el otro hemisferio de la pista, en ataque, se muestra mucho más efectivo y tenaz. El fuerte del CAI se encuentra en su habilidad para anotar, apartado en el que es el cuarto entre todos los rivales de la categoría con una media de 79,6. Sólo es superado por León (82,8), Fuenlabrada (81,2) y Los Barrios (79,9). Sin embargo, el equipo de Quintana se muestra irregular a la hora de encarar la zona de su adversario según sea el resultado final del partido. Cuando gana anota 83,5 y cuando pierde se queda en 76,5.

El prefacio invisible

El diseño veraniego de Quintana dibujaba un equipo cuadriculado en ataque, fiel a los sistemas e irreductible en la contención. La idea quedó plasmada en una primera visión de la temporada. La victoria (86-65) ante el Gijón en la jornada inicial se basó en esta solidez para cubrir el aro propio. Pero este prefacio se agotó con rapidez y dejó su espacio a un equipo miedoso y con una mandíbula de cristal.

Sólo en Tarragona (68-83) y en La Palma (66-76), el CAI ha respetado esta filosofía y se ha encontrado a sí mismo. Curiosamente, en Canarias, Quintana relegó a un papel secundario a Cilla y Borja, dos especialistas defensivos. El secreto estuvo en el compromiso del grupo, la solidaridad del bloque, argumento que el CAI debe exprimir si quiere cumplir sus expectativas de ascenso y ganar mañana al Menorca.