Los americanos siempre han llevado la delantera en cuanto a ideas novedosas, también en relación a formas de consumo diferentes. En Brooklyn nació hace 47 años Park Slope Food Coop, un supermercado en forma de cooperativa con más de 17.000 socios activos y que factura alrededor de 56 millones de dólares, o lo que es lo mismo, 45 millones de euros. Lejos de estas cifras, en el barrio del Arrabal de Zaragoza, abrió sus puertas hace poco más de un año A vecinal. Siguiendo este mismo modelo y los valores de la cooperación, la sostenibilidad y la soberanía alimentaria, se ha constituido como el primer supermercado cooperativo de todo Aragón. Aquí los miembros han tomado el control de la tienda, deciden sobre qué se vende y cómo se gestiona la tienda a cambio de diferentes beneficios. Eso sí, cualquier persona puede comprar en el local sin necesidad de ser socio.

En solo un año ha pasado de tener 110 familias socias a 250, y se incorporan entre 3 y 5 más al mes. Todavía queda mucho margen de crecimiento, pero se muestran optimistas con el funcionamiento de su modelo. Según los datos del súper, en un principio empezaron como socios familias del barrio, en su mayoría personas mayores o gente que vive sola, pero poco a poco se han ido ampliando a familias con hijos o pisos compartidos de gente joven. «Son perfiles muy variados. Desde el principio también se animaron socios colectivos como comedores escolares o entidades», cuenta Leyre Fernández, miembro del equipo de comunicación. En la actualidad, alrededor de un 60% de los miembros de A vecinal son vecinos del barrio.

Ser copropietario tiene un precio: una aportación inicial de 150 euros (que se devuelven en el caso de querer dejar la cooperativa) y una dedicación de dos horas de trabajo cooperativo al mes en el supermercado o en alguno de los grupos de trabajo de manera telemática. «Tenemos tres empleados contratados y unas 80 personas realizan turnos de apoyo en tienda en horario de apertura, lo que hace que se reduzcan los costes y eso revierta en el precio del producto», argumenta Leyre Fernández. Precisamente desde A Vecinal recalcan que, gracias a este sistema de reducción de costes, «no hay diferencia de precio entre la cesta de la compra de este establecimiento, con productos sostenibles y de cercanía, con otro supermercado tradicional». Los beneficios de ser socio pasan por un descuentos del 12% en los productos y, por supuesto, decidir qué productos hay en las estanterías, a quién se compra y qué criterios se siguen.

Sostenibles y de cercanía

El súper empezó vendiendo productos frescos de la huerta zaragozana pero la demanda de los clientes y también de los socios obligaron a ampliar el abanico. «Al principio la tienda, que heredó el local de La Huertaza, era referencia por producto fresco para el barrio, pero ahora que el producto se ha ampliado a producto lácteo, vegano, higiene del hogar y personal... ha hecho que otro perfil de familias y de otros barrios se hayan animado a hacerse socios», explica Leyre Fernández.

Estos cambios o aumentos en el catálogo de productos se producen con frecuencia, pero siguiendo siempre los criterios recogidos en los estatutos (que también pueden ser modificados en asamblea). Allí figura que los artículos que se vendan en A Vecinal deben ser, ante todo, de cercanía y sostenibles, que el precio sea de justicia social y se pueda proveer a los clientes de una cesta básica a un precio asequible al que todas las personas puedan acceder. El sello ecológico también es importante, pero no determinante. «Se intenta que los productos tengan sello ecológico, pero no es imprescindible porque tenemos algunas dudas de cómo se certifican. Algunos productos vienen con sello ecológico de China y eso supone que han llegado en avión, con uso de combustible y una gran huella ecológica. Preferimos que sean de cercanía», cuenta Fernández. Pero cada producto debe ser analizado en su contexto. Sucede, por ejemplo, con el pescado, que por lo obvio, tampoco puede ser de cercanía en Zaragoza, «entonces se eligen proveedores que utilicen pesca sostenible y que respeten los fondos marinos».

La sociedad ha cambiado tanto sus principios que la sostenibilidad juega un papel muy importante, impensable hace unas décadas. Otra de las premisas de los socios es que los productos que están en las estanterías no hayan tenido un coste excesivo en su producción. «El tema del plástico es muy importante para nosotros, preguntarnos antes de elegir un producto o proveedor si la opción está a granel o en envases más grandes para poder presentarlo al peso. Cuantos menos envases tengamos en la tienda mejor», explican desde el supermercado.

Además, uno de los propósitos del proyecto es acercar a los productores que surten de producto a la tienda, de manera que el consumidor conozca bien quién produce lo que se come y de qué manera se genera. Cada mes A Vecinal invita a alguno de los más de 160 proveedores con los que cuenta en la actualidad para que comparta sus experiencias en la tienda y en un clima de confianza también se pueden degustar los productos. «El objetivo es reapropiarnos de los procesos que permiten traer los alimentos, de manera que no se despersonalicen, y evitar el efecto el pollo nace en la nevera del súper. Para eso colaboramos también con los colegios y colectivos de la zona», cuenta Fernández.

El desafío a corto plazo es adaptarse a lo que demandan los socios y clientes. Los nuevos miembros piden un sistema de compra online. «Cada vez hay más gente que se hace socia y no es del barrio y necesita comprar a distancia. Es un reto porque no hay espacio físico en la tienda para preparar los pedidos y porque todas las horas de apertura son de atención al publico», lamentan desde el equipo. Ante la imposibilidad de abrir una sucursal de cercanía en cada barrio, ya están pensando cómo poder ofrecer este servicio online en el futuro. «Nos gustaría trabajar con una empresa de reparto en puntos verdes o con transportes con energías limpias... estamos pensándolo porque es la principal demanda», adelantan desde el equipo de comunicación.