El coronavirus ha paralizado la vida de todo un país, pero no de todos los trabajadores, aunque cada vez son más las voces que se alzan para pedir el cese de todas las actividades económicas y empresariales no indispensables. La semana pasada, en Zaragoza, un grupo de trabajadoras pidió precisamente eso, parar de trabajar, ya que su labor ahora no tenía sentido y estaban exponiéndose “inútilmente” al riesgo de contagio. Eran las empleadas de Eulen, la contrata que se encarga de la limpieza de los colegios públicos de Zaragoza.

Hoy lunes ha sido el primer día que no han tenido que ir a trabajar, aunque permanecen en la reserva “a disposición” del ayuntamiento por las necesidades que puedan de limpieza que puedan surgir. Es ahora cuando, dos de esas trabajadoras con las que ha hablado este diario, se muestran tranquilas, una situación muy dispar a la que vivieron la semana pasada.

Primero, a principios de la misma, el alcalde Jorge Azcón aseguró que, al estar todos los centros públicos dependientes del ayuntamiento cerrados ¬-no colegios, que dependen de la DGA, sino centros cívicos, bibliotecas…-, ningún trabajador tenía que acudir a su puesto, evitando así el riesgo de contagio. Pero no debió de caer el alcalde en las trabajadoras que se encargan de la limpieza de los centros educativos, que sí que dependen del consistorio. El martes, estas trabajadoras recibieron un SMS por parte de la empresa diciéndoles que, a la espera de que el ayuntamiento lo confirmara, no tenían que acudir a sus puestos de trabajo “hasta nueva orden”.

Tan solo cuatro horas después, sobre las 19.30 del mismo día, otro SMS les informaba de un cambio en la posición del consistorio y les comunicaba que se debían incorporar “mañana” (por el miércoles) a sus puestos de trabajo en su horario habitual. Ello provocó el enfado tremendo en alguna de las empleadas de Eulen, que calificaron esa decisión de “hipócrita”. “El alcalde se hace fotos sin parar pidiendo que todo el mundo se quede en casa y nosotras seguimos yendo a nuestro puesto de trabajo para limpiar colegios que ya están limpios porque nadie los usa”, decía una trabajadora, que prefería mantenerse en el anonimato.

Esta misma fuente le recriminaba al consistorio que “para una hora y media de jornada laboral”, tenía que exponerse yendo hasta su lugar de trabajo y después cambiándose junto con el resto de compañeras. “Limpiando estábamos separadas las unas de las otras, pero era inevitable estar en contacto algunos ratos. Además, no teníamos nada que limpiar, puesto que no se estaban usando las instalaciones”, contaba esta misma fuente. Llegaron a poner en marcha una recogida de firmas en Change.org para pedir al alcalde que les eximiera de tener que ir a trabajar.

El viernes, preguntado en una rueda de prensa, Azcón y la responsable de Hacienda, María Navarro, señalaron que estaban a la espera de que el Gobierno de Aragón les dijera qué hacer, ya que es del Gobierno autonómico de quien depende la ley que regula las contratas. Era, por tanto, un “tema jurídico”, aunque desde el ayuntamiento admitieron que estaban intentando solucionar la situación de estas empleadas “con cautela” para evitar que las contratas públicas despidieran a su personal. Ese mismo día emitieron una nota pública pidiendo a Eulen que sus empleadas permaneciesen en sus casas. Además, en el escrito incidían en que iban a “garantizar el mantenimiento de todos los puestos de trabajo” puesto que “no suspenden ni interrumpen la relación contractual con la empresa”.

“Es lo que pedíamos”, dicen las afectadas, que son trabajadoras fijas discontinuas. Todos los años, cuando llega julio, se van al paro hasta septiembre, cuando retoman su actividad. “Ahora seguimos a disposición de lo que se pueda necesitar, pero habrá que ver en qué condiciones”, cuentan, refiriéndose a si dispondrán de material protector si tienen que acondicionar alguna estancia municipal para su uso durante la crisis del coronavirus. “No creemos que esto nos pueda afectar laboralmente. Esperemos que cuando llegue septiembre todo vuelva a su sitio”, sentencian.