Le faltan 34 días para cumplir los 18 años. Esta es su primera temporada como profesional después de destacar en categorías inferiores y de ser uno de los jugadores con mayor proyección de futuro de la generación del 2000. Ante el Gipuzkoa, en la segunda jornada, Carlos Alocén ya dejó muestras de su bravura y descaro, levantando el nivel de un equipo todavía espeso que acabó ganando por los pelos. Contra el Joventut se doctoró con un partido que va más allá de sus soberbios números. Porque no solo hizo 15 puntos y 19 de valoración en 15 minutos, es que hizo jugar al equipo, se divirtió en la pista y puso al público en pie.

El choque frente a la Penya fue redondo de todo el equipo y podrían glosarse las actuaciones individuales de los doce participantes. McCalebb acabó como MVP de la jornada y unos cuantos firmaron su mejor actuación con la camiseta del Tecnyconta. Pero la de Carlos Alocén fue especial. Porque es de la casa, claro, porque todavía no es mayor de edad. Porque el talento siempre es bienvenido. El base zaragozano es talento, es imaginación, es un pase por detrás, una finta para deshacerse de su rival, es darse cuenta de que se agota la posesión y lanzar desde ocho metros para clavar un triple que pone en pie al pabellón. En quince minutos sobre la pista, Alocén no solo mantuvo el elevado nivel que había puesto McCalebb sino que se divirtió como si todavía estuviera en el patio de Compañía de María y desató la alegría en la grada.

Carlos Alocén es, además, la gran apuesta del Basket Zaragoza. Aunque otros clubs estuvieron interesados, pese a que la Universidad de Gonzaga le ofreció ser su primer base, el zaragozano firmó cuatro años con el club de su ciudad. Porque si el Tecnyconta quería que Alocén fuera su estandarte, Alocén quería triunfar en su casa por encima de cualquier otra cosa. Una vez alcanzado ese acuerdo comenzaba la parte más difícil, cómo dar los últimos pasos hasta convertirlo en un jugador de élite. Y hacerlo mientras al equipo se le exige ganar partidos.

Las rotaciones

Tanto el Tecnyconta como su entrenador, Porfirio Fisac, creen en él de verdad. Ahora bien, el técnico tiene la difícil tarea de encontrar el equilibrio entre darle minutos y que el equipo sea competitivo, entre exigirle un crecimiento y quitarle presión, entre darle alas y que no despegue los pies del suelo. El segoviano tiene, además, tres bases con los que hacer equilibrio. De momento, Fisac ha abandonado la idea de utilizar a los tres a la vez, como hizo en algún momento puntual al principio, y rota de manera diferente fuera y en casa. En el Príncipe Felipe, Alocén es el segundo base. Lejos de Zaragoza, es el tercero si tiene minutos. En Málaga y Tenerife, no saltó a la pista. En Lugo, un segundo. En Burgos, tres minutos.

En Zaragoza siempre ha estado por encima de los diez minutos, incluso cercano a los 20, algo complicado porque McCalebb es, de momento, el base titularísimo de este equipo. Fisac ha apostado por Alocén consciente de que eso podía costarle un peaje, porque naturalmente no siempre ha estado tan acertado como el domingo, pero gustoso de pagarlo si así ganaba un jugador para el futuro. Porque Alocén ha tenido minutos de verdad, nada de salir con el partido ya decidido para bien o para mal. Un jugador ha de curtirse en los momentos calientes, cuando el balón quema, cuando una decisión puede valer un partido. Ahí ha estado el zaragozano, acertándose y equivocándose. Madurando.

En ocasiones se podía esperar de él algo más de lanzamiento, un poco más de amenaza, de atrevimiento. Solo hacía falta que se soltara, que estuviera verdaderamente cómodo, para que mostrara todo eso y mucho más. El domingo pasó, movió el balón, lanzó, asistió, anotó, defendió. Hizo de todo y prácticamente todo bien. Un partidazo del Tecnyconta y un partidazo de Carlos Alocén, que aún debe seguir creciendo. Pero ya está marcando su propio camino.