La comunicación ha cambiado de manera profunda. Ahora es rápida, directa, masiva y muy emocional. Internet y las redes sociales, herramientas tecnológicas de alcance histórico, han transformado el modo de relacionarse, la forma de transmitir mensajes y el público al que llegar, universalizado con una sencillez rotunda. Los futbolistas siempre han sido figuras idolatrables, por méritos o por el mero hecho de serlo y pertenecer a un gremio con millones de seguidores, una masa que palpita al ritmo de sentimientos comunes y que hierven.

Ya era así en la era analógica y la digital lo ha amplificado. Aunque sea virtualmente, con lo que tiene de verdad y con la mentira que esconde, las redes sociales han servido para acercar al jugador con los aficionados, con los que ahora pueden interactuar de manera directa, con sus ventajas y sus inconvenientes en un campo tan pasional y donde igual caben la buena educación y el respeto, siempre bienvenidos, como las malas artes, el insulto, la ofensa o la afrenta, condenables y que, obviamente, deslegitiman a quien los utiliza.

Tras el partido contra el Córdoba, Álvaro celebró en sus redes el hat-trick de Gual con un mensaje cargado de intenciones: «Todos al tren!!! Chu chuuu!». Al carro de Gual, protagonista de una pobre temporada y víctima de las iras populares. Las redes sociales son una herramienta muy útil bien usada. Borja Iglesias fue el ejemplo perfecto de ello, capaz de ganarse el corazón de una ciudad con goles y con una empatía señorial. Al final el mundo avanza tecnológicamente, pero siempre quedan las esencias: el sentido común, la responsabilidad, el criterio, el ejercicio de la discreción, la madurez o la seriedad. Que antes, luego y ahora distinguen a profesionales y personas.