El Atlético de Madrid ganó (3-2) cuando se lo propuso al Valencia, con ambición, solvencia y respuesta en cada una de las dos igualadas de su adversario y con el gol definitivo de Ángel Correa; un giro y un tiro imparables ya para su rival y para aplazar al menos tres días el alirón del Barcelona en esta Liga.

Un triunfo que pareció del conjunto rojiblanco dos veces, primero con el veloz 1-0 de Morata, nivelado por Gameiro, y después con el rotundo 2-1 de Griezmann, empatado de penalti por Parejo, pero que no lo fue hasta la irrupción del atacante argentino, capaz de rebelarse en el momento más inesperado, esta vez en el minuto 81, para agarrar los tres puntos con total convicción.

Tan cierto es que el fútbol hoy es esencialmente un juego de errores como que necesita determinación y destreza para aprovechar cada uno, como lo hizo el Atlético en cada uno de los tres goles con los que doblegó a un Valencia imprevisible, capaz de nivelar dos marcadores adversos, pero también de ser un juguete en las dos primeras dianas locales y permitir una tercera nada más empatar.

También de recibir el 1-0 a toda velocidad. En el minuto 8 obra de Morata tras error de Guedes. El Valencia solo fue él en algún tramo del partido. Gameiro empató pero el Atlético resurgió desde el vestuario. No dio margen al Valencia. En cuatro minutos, el Atlético golpeó de nuevo, con un 2-1 desbordante, que circuló desde el contragolpe que lanzaron Rodrigo y Koke hasta las combinaciones entre Lemar, Morata y Griezmann, que culminó la acción de cabeza.

Aún no fue el de la victoria del Atlético, que gobernó ya el duelo, pero concedió un penalti, una mano de Saúl que revisó y confirmó el VAR. La transformó Dani Parejo en el 2-2 en el minuto 77. Insuficiente para repeler la ambición del Atlético. Cuatro después, Correa devolvió el partido al final más previsible.