Fernando Verdasco y Feliciano López vivieron dos momentos de gloria ayer en Wimbledon con diferente final. Cara para el tenista madrileño que remontó dos sets en contra y 3-1 en el tercero para ganar al británico Kile Edmund (4-6, 4-6, 7-6 (7-3), 6-3 y 6-4) y cruz para el toledano que se despidió con todos los honores ante el ruso Karen Khachanov ( 4-6, 6-4, 7-5 y 6-4).

Feliciano López puso fin a su 71ª participación consecutiva en un Grand Slam desde Roland Garros en el 2002. El toledano protagonizó un final espectacular, luchando hasta el último juego, durante 12 minutos, en el que tuvo cinco ventajas para el 5-5 y salvó tres match balls antes de ceder la victoria ante Khachanov que se medirá a Roberto Bautista, que ganó al belga Steve Darcis (6-3, 6-2, 4-2 y abandono), mientras que Verdasco se cruzará con el italiano Thomas Fabiano (89 mundial).

En la jornada también cayó Marcel Granollers ante el francés Ugo Humbert (6-4, 7-6, 7-5), mientras que el número 1 mundial, Novak Djokovic, se impuso sin problemas al estadounidense Denis Kudla (6-3, 6-2, 6-2).

El plato fuerte de la jornada de hoy es el enfrentamiento entre Rafael Nadal y el australiano Kyrgios, un duelo en el que el morbo está servido. A un lado de la red, el chico rebelde del tenis, al otro un campeón ya demasiado veterano para entender ciertos comportamientos. «Tiene un gran talento, no creo que sea un mal chico, pero no respeta al público, al rival ni a sí mismo», decía el número 2 mundial tras perder con él, a principios de temporada, la final de Acapulco (3-6, 7-6 y 7-6), en un partido en el que Kyrgios se quejó de problemas estomacales, llegó a decir que jugó «borracho» todos los partidos de ese torneo, se quejó al árbitro e incluso le hizo un saque de cuchara a Nadal, que no lo encajó bien.

Un comportamiento habitual de Kyrgios (Canberra, 1995), un tenista con un gran talento pero a la vez anárquico en su juego. Un tenista que acumula sanciones por su comportamiento en la pista. Un jugador atípico que no tiene entrenador.