La nieve es un lugar de diversión y entretenimiento seguro para los más pequeños de la casa. La iniciación en el esquí alpino es muy recomendable y para todas las estaciones aragonesas de esquí los primeros pasos de los niños con las tablas es una de las actividades más demandadas. El Formigal Esquí Club tiene una gran tradición en el trabajo de cantera con los más pequeños. «Contamos con 47 profesores para 428 deportistas desde los 4 a los 21 años. El 60% tienen menos de diez años. La base es muy grande y se estrecha en las categorías superiores. En la escuela, se les pide una edad mínima para aprender a esquiar. Antes de esta edad con tres años algunos empiezan a esquiar con los padres o con profesores particulares», afirma David Abajo, entrenador nacional y formador de profesores.

A los niños apenas les afectan las inclemencias climatológicas. «Son más duros los pequeñines que los que tienen siete o ocho años». El mes de febrero es muy fuerte para los escolares. «Está la Semana Blanca y el Carnaval y vienen familias enteras. Cada uno se va a su cursillo y aprenden. Se van enganchando al esquí y alquilan un apartamento y otros vienen una semana al año, como es el caso de canarios y portugueses». Abajo considera que el esquí es un deporte muy gratificante. «Es difícil acceder a la élite, pero el deporte como tal es bueno porque no se te acaba de olvidar esquiar», dice.

Con tan solo cuatro años ya se pueden ver cualidades en el niño. «Se les enseña lúdicamente y mucho por imitación. Se buscan movimientos muy naturales. Lo que es correr, saltar y andar se aplica a un deslizamiento en un plano inclinado. Hay chavales que en una semana están bajando pista rojas con un nivel medio alto. Son como los coches de carreras que tienen el centro de gravedad tan bajo que la cuña les sirve para bajar por cualquier sitio».

No suelen tener problemas de caídas. «Las lesiones suelen afectar más a los mayores que a pequeñajos. Son mucho más elásticos y están muy pegaditos al suelo. Es cierto que la velocidad a la que va un adulto en comparación con un niño no es la misma. Los niños no tienen miedos y solo piensan en disfrutar del deporte. No piensan en la hipoteca, el trabajo o cualquier factor ajeno a lo que practican. Eso les da bastante seguridad», dice Abajo.

No hay diferencias entre niños y niñas en edades de iniciación. «Aprenden bastante por igual y va más en el carácter que el género. Hay cagones y lanzados en ambos sexos. El que más lanzado es asimila antes la técnica. Las niñas desarrollan antes y son un poco más maduras cuando son infantiles», dice.

La competición comienza en edad temprana. «Son los U-10 de ocho a diez años. Son los que corren la Pitarroy en Cerler o Paco el Maestro en Formigal. De los 13 a los 16 años ya se ve si un chaval se puede volcar con la competición. Se estrecha la pirámide y quedan los que tienen pasión o que pueden entrar en un centro de tecnificación o un equipo nacional», afirma.

La tensión de la competición afecta de diferente manera. «Hay unos que les influye y otros son más competitivos y no les da ningún miedo. Los nervios bien encauzados son lo que les llama la atención para seguir compitiendo», explica.

En la escuela del Formigal Esquí Club se hacen cursillos en febrero de tres horas el sábado y domingo. Sin embargo, en el club se hace una planificación de la temporada. «Son cuatro horas diarias todos los fines de semana y las fiestas de Navidad, Semana Santa y el puente de la Inmaculada».

Con los más pequeños se realizan ejercicios lúdicos. «Se les enseña a deslizar, normas de seguridad y la cuña para hacer los primeros cambios de dirección. También interpretar la pendiente de las pistas, cómo coger los bastones, ejercicios con manos en las rodillas, sin bastones, pasándose bolas de nieve... Esto lo asimilan muy rápido y un fin de semana te hacen giros y cambios de dirección con la cuña». Se empieza en las pistas verdes de Formigal, donde hay un jardin de nieve. «Después pasan a la azul, la roja y al final la negra», concluye David Abajo.