Álvaro Pino, ganador de la Vuelta a España de 1986, salía de una intervención en una pierna en 1991. Se disputaba el Giro que ganó Franco Chioccioli. Marino Lejarreta, El Junco de Berriz, se había pegado a su rueda y durante muchos días, hasta los Dolomitas, hizo soñar con una victoria suya en Milán.

En aquella edición las televisiones autonómicas españolas tenían los derechos de retransmisión y todas llevaron a sus comentaristas a la carrera. Álvaro Pino iba como enviado especial por la de Galicia y cada día afrontaba en bici el tramo de la etapa para entrenar un poco. El día del Mortirolo, en su segunda ascensión de la historia pero en el estreno de la cara sur, llegó desencajado. «Es lo más duro que he subido en toda mi carrera».

Faltaban tres años para que llegase una fecha mágica, el 5 de junio de 1994, para mayor gloria y también mayor desilusión de Miguel Induráin, cuando tuvo entre sus pedales la posibilidad de ganar el tercer Giro. De eso hace 25 años. Hoy, Richard Carapaz, Primoz Roglic, Vincenzo Nibali y Mikel Landa afrontarán la misma ruta de Induráin, en la etapa reina del Giro 2019, durante 45 minutos de pasión. 12,5 kilómetros con rampas máximas del 18% y un promedio del 10%, qué barbaro.

Hasta que Pantani atacó a Induráin hace 25 años solo se citaba al Mortirolo por la emboscada que los partisanos prepararon a los nazis que huían de Italia en 1945. Cerca del lugar del demarraje de El Pirata, fallecido en el 2004 por culpa de las malditas drogas, una estatua recuerda al escalador italiano.

1994 fue el año de Eugeni Berzin, y aquel Giro en el que Italia comenzó a entregarse a Pantani, un chaval de 24 años que escalaba como un ángel. Pero también era el Giro en el que Induráin quería el tercer triunfo seguido. Pantani se escapó y el navarro lo dejó partir. Con genuina maestría empezó a acelerar para descolgar a Berzin que era lo que le convenía, ya que era el líder.

Coronó el Mortirolo a 50 segundos de Pantani y a 47 antes de Berzin para enlazar con El Pirata en el descenso. Tenía que restar casi 4 minutos a Berzin y cuando ya estaba a punto de lograrlo apareció el maldito Valico de Santa Cristina, donde Indurain, que no había bebido ni comido lo suficiente, pilló la pájara de las pájaras para despertar del sueño de ganar un tercer Giro. «Si no coge esa pájara tendría tres Giros en su palmarés», dijo Eusebio Unzúe, mánager del Movistar.