"Los cambios del Racing fueron efectivos. Los nuestros, no". La sinceridad de Víctor Muñoz al finalizar el choque delata una de las claves que permiten entender la remontada cántabra en la tarde de ayer: el banquillo. Desde el racinguista salieron Jonatan Valle, Benayoun y Afek, los tres, sobre todo los dos primeros, aportaron más sobre el césped que los jugadores a los que sustituyeron. En el Zaragoza, Cani, Generelo y Delio Toledo no consiguieron ese resultado.

La profundidad de banquillo es un factor vital en una temporada. Desde ahí se ganan y se pierden partidos, además de dar refresco a los jugadores más habituales. La cuestión fue decisiva para el Zaragoza en el arranque del curso, cualquier análisis objetivo detectaba que nunca se lograba invertir una tendencia con los futbolistas que saltaban de refresco, pero había quedado en el olvido tras la llegada en el mercado de invierno de Movilla y Dani, dos jugadores que aumentaron una baraja de alternativas escasa y que Víctor ha dejado en unos quince hombres, los catorce que ayer jugaron más Juanele. El resto, tan apenas cuenta y algunos, como Soriano o Corona, están ya en el baúl de los recuerdos.

Pero el problema se volvió a manifestar con toda crudeza. Tras el 2-1, los dos entrenadores movieron el banquillo. El Racing, espoleado en el ánimo tras el gol que menguaba la renta zaragocista, apostó por Jonatan Valle y Benayoun para reemplazar a Bodipo y Diego Mateo. Morán retrasó su posición al centro del campo y con el fútbol de los dos recién llegados el equipo cántabro se fue con total decisión hacia el empate. De hecho, una gran pared del joven Jonatan --menuda perla ha salido a orillas del cantábrico-- dejó solo a Moran para hacer la igualada.

En el Zaragoza, Víctor recurrió al cambio de siempre, Cani por Galletti. Bien está que ambos pugnen por un puesto en el carril diestro y que el entrenador siempre se guarde en la manga quién de ambos jugará, para sustituirlo después por el que se queda en el banquillo, pero ayer no parecía el argentino el más indicado para marcharse --su enfado fue más que evidente-- y sí, por ejemplo, un Dani que tras una magnífica primera mitad evidenciaba cansancio. Cani, además, no mejoró ni de lejos las prestaciones del jugador al que sustituyó.

Tampoco lo hizo Generelo con Ponzio y la verdad es que no estaba el asunto demasiado difícil después del enésimo mal partido del centrocampista argentino. Alcaraz se jugó una última bala lógica, retiró a Regueiro lesionado y con la moral comida por Cuartero para dar consistencia con la entrada de Afek. También aportó lo mismo Delio Toledo en el lateral izquierdo, el último de los relevos de Víctor, que retiró a Pirri, amenazado por la calidad de Jonatan y con una amarilla ya. Sin embargo, el partido al técnico zaragozano se le escapó antes. Alcaraz había logrado que su banquillo ofreciera mucho más tras el descanso.