Australia es un país de ciclistas. Nadie lo puede poner en duda. De Australia es Cadel Evans, líder del Giro, como lo es también Michael Matthews, que este miércoles ha abandonado la prueba, y que llevó la 'maglia rosa' antes que Evans. De Australia es el conjunto Orica, que ganó la contrarreloj por equipos inaugural. Y también Michael Rogers, que fue campeón del mundo, que corre en el Tinkoff-Saxo que lidera el ausente Alberto Contador, y que se ha impuesto en la meta de Savona, con una enorme victoria, tras poner en jaque a todo el pelotón, en descenso y en zona llana.

Ya hace mucho tiempo que el ciclismo ha dejado de ser un coto de unos pocos países; de belgas, franceses, holandeses, italianos y españoles, principalmente los grandes dominadores de este deporte en el siglo pasado. El ciclismo se ha extendido y han llegado buenos corredores de todas partes, de todos los continentes, desde los pioneros 'escarabajos' colombianos, pasando por los estadounidenses, aunque alguno tenga su palmarés tachado, y ha alcanzando a los australianos, sobre todo a Evans, el primer ciudadano de aquel país que ganó el Tour, en el 2011.

Rogers es de los pocos ciclistas capaces de demarrar a poco de la meta y aguantar la carga de un pelotón perseguidor, una colección de unos pocos kilómetros a un ritmo endiablado, siempre por encima de los 40 kilómetros por hora, y más, mucho más. Como abanderado entre los contrarrelojistas (ha sido campeón del mundo), Rogers mantiene un ritmo firme como solo son capaces de hacerlo auténticos dominadores de esta especialidad cuando se deciden a atacar en solitario; un modelo patentado no solo por Rogers sino también por Fabian Cancellara y Tony Martin.

Rogers atacó, se fue y nadie pudo seguirle, en un pelotón demasiado controlado por el BMC, en un Giro huérfano en 11 etapas de ataques serios, necesitado de que los grandes favoritos demarren, una ronda italiana que añora demasiado a Purito Rodríguez, mientras deshoja la margarita de si va o no va al Tour, un Giro donde no se ha visto todavía a un candidato a la victoria bajando piñones, la señal para atacar. Todos a rueda. Todos conservando fuerzas. Todos esperando a unos Dolomitas que mejor no sean maldecidos por la nieve. Y, por desgracia, así el espectáculo se resiente. Evans está donde está, al frente de la general, principalmente porque se produjo un corte en la múltiple caída de Montecasino y supo sorprender al resto de favoritos.

Así se llegará a la cita de contrarreloj de Barolo, casi 42 kilómetros, con Evans como máximo exponente entre los que aspiran al triunfo. La 'crono' se apunta como la última gran oportunidad de Evans para sacar tiempo al resto de oponentes. ¿Se moverán? o ¿esperarán a que el Giro se convierta en una carrera de eliminación? Espectáculo vibrante, por ahora, más bien poco. Y es una lástima.