"Habemus campeón". El afiche, con la caricatura del Papa Francisco y una leyenda que mezcla el latín con el castellano, quedó adherido a muchas paredes de Buenos Aires con motivo del nuevo festejo providencial de San Lorenzo de Almagro. Ya no se trata del torneo argentino, plagado de jugadores mayores y cansados, sino de la Copa Libertadores de América. El equipo del cual el Pontífice es hincha le ganó por 1-0 al Nacional de Paraguay, y entró así en la historia futbolísitica de la región.

Los de San Lorenzo han visitado a Jorge Bergoglio en el Vaticano, lo han elegido como símbolo y estrella. Y aunque el Pontífice tiene en Roma asuntos más importantes y delicados que atender, siempre emite una señal a Buenos Aires, como ha hecho ahora, en pleno viaje a Corea del Sur.

El club argentino San Lorenzo no tiene mucho lustre. Edgardo Bauza, su entrenador, lo ha dotado de orden y cierta eficacia a la hora de atacar. Carece de figuras rutilantes. De hecho, no cuenta con ningún jugador en la selección de Argentina. Su máximo ídolo (en el césped) es el mediocampista Leandro Romagnoli. Y, afuera del campo, claro, está Francisco, a quien se encomiendan los jugadores, dirigentes de la institución y, sobre todo, los hinchas. Los gestos de rezar, pedir al cielo, se han convertido en algo más que costumbres monacales, durante los partidos. Unos 50.000 hinchas poblaron el estadio en el que se cerró una herida de 54 años, el tiempo en que comenzó a disputarse la Copa Libertadores.

El encargado del Ceremonial del Vaticano, el argentino Guillermo Karcher, habló a Radio América de la ciudad argentina de Buenos Aires sobre la expectativa con la que el Pontífice siguió los acontecimientos que tuvieron lugar en el partido en medio de su periplo por Asia. "Estaba con mucho entusiasmo, por ser un gran hincha". Guillermo Karcher recibió una orden papal en pleno vuelo.