"Tengo que felicitar a los árbitros". La frase guasona salió de la boca de Dani García como colofón a su rueda de prensa. Como si estuviera en el Club de la Comedia , el técnico del Plasencia lanzó esta afirmación sin pestañear, creyéndose la mentira, y recibió a cambio una carcajada colectiva. "Esto que estáis haciendo es una falta de respeto", espetó García encarándose con la prensa, indignado.

Indignado salió ayer todo un Príncipe Felipe hundido por hacerlo todo y no evitar nada. Indignadas estaban las 10.500 personas que salieron ayer del pabellón con la cabeza gacha y sin poder bajar las manos, indefensas. La tensión desembocó en una aterradora desilusión y en un profundo desamparado. El corazón de todo el caísmo fue pulverizado por la resignación y la impotencia. La Marea Roja estuvo perfecta, se dejó la garganta y el alma, pero le robaron el sueño a pitido limpio. Respondió como se esperaba. Empujó a los suyos, intentó intimidar al rival y a los árbitros, sin conseguirlo. Al auxilio desesperado salieron los Inchas Lleons , que bajaron al fondo de la canasta para avivar su apoyo. Fue un encuentro de pura tensión, de dura final, desde el primer minuto saltaron chispas. Fue algo más que un partido.

Calor en los vestuarios

La tensión explotó en los vestuarios. Los jugadores del Plasencia, eufóricos, celebraban su triunfo segundos después del pitido final. Al mismo tiempo se retiraban los aragoneses y, ante la burla visitante y el calentón del momento, se produjo un enfrentamiento directo. La Policía evitó que la tangana fuera a mayores mientras los extremeños se despedían de sus rivales señalando al suelo con el pulgar, el sígno de la derrota. Una imagen triste. La expedición del Plasencia salió escoltada por los servicios de seguridad. Igual que la pareja de árbitros, que con la mirada perdida, fueron recibidos por unas decenas de seguidores que les esperaban en la puerta para expresar su sentimiento de impotencia, pero sin producirse ningún altercado.