L o advirtió Alberto Contador antes de partir: «Tal vez alguien se despedirá de la victoria final en esta etapa». Poco podía adivinar que él sería uno de los afectados, en otro día, da igual lo duro que sea, en el que el Tour se movió al compás del Sky y bajo el yugo de la dictadura deportiva de Chris Froome. Más líder, más fuerte, más incuestionable, más poderoso. Así salió el jersey amarillo de la primera parte de la ronda francesa en los montes del Jura.

Mientras buena parte de sus rivales deberán replantear la carrera hoy en la jornada de descanso, en hoteles enclavados entre Périgueux y Bergerac, en la Dorgoña, a más de 700 kilómetros de la meta de Chambéry, Froome podrá descansar tranquilo. Quizás una caída como la que apartó a Richie Porte del Tour sea en estos momentos la principal preocupación del corredor británico, que supo controlar y verse dominador, primero auxiliado por sus compañeros y después, en solitario, en una jornada caótica, con siete puertos y más de 4.000 metros de desnivel positivo. Y aún hubo suerte de que en los momentos claves de la carrera dejase de llover, porque de lo contrario el descenso del Mont del Chat aún podría haber sido más terrible, más duro e impactante que las dramáticas imágenes de la caída que apartó a Porte del Tour 2017.

Como si fuera un dictador (por supuesto deportivo), Froome parece tener la carrera atada y bien atada. En el Col de la Biche perdió a su fiel escudero Geraint Thomas, que se fracturó la clavícula. Pero el contratiempo no parece suponer un asunto grave e irremediable para el Sky, que nunca perdió la compostura y que siempre estuvo al lado de Froome hasta que Porte decidió pasar a la acción a tres kilómetros de la cima y a más de 30 de la meta. Solo allí cedieron Henao, Nieve y Landa, ahora en la novena plaza, primer español de la general.

Entre la cima del Gran Colombier y el inicio de la subida al Mont del Chat, los dos últimos puertos de categoría especial de la etapa de ayer, había 40 kilómetros de llano, terreno para recuperar, para comer, para beber y hasta para hacer necesidades si era preciso. Y ahí fue donde se vio la imagen de todo un Quintana bajando al coche del Movistar, desprotegido de los suyos porque ninguno, desgraciadamente, había tenido fuerzas para aguantar el fuerte ritmo del Sky. Qué diferente habría sido este Tour con la participación de Alejandro Valverde. Con su caída con apenas 7 kilómetros de competición, en Düsseldorf, se perdieron muchas cosas y las opciones de su compañero para acertar con el triunfo.

Contador, por su parte, tuvo la desgracia de volver a caer en el Col de la Biche, donde se golpeó la rodilla y el codo. Fue el accidente que comenzó a anunciar lo que sucedió después. No aguantó el tren (TGV o AVE más que de cercanías) del Sky y a tres kilómetros de la cima del Mont del Chat se soltó. Ahora tendrá que replantear su futuro en la carrera, difícil dilema para un corredor que lleva una década peleando por el triunfo en los Campos Elíseos.

Decía Pedro Delgado que «es más fácil recuperar cinco minutos en el Tour que uno en la Vuelta». Ese dilema no debe preocupar a Froome. En el Mont del Chat, como el sábado camino de Les Rousses o el miércoles en La Planche des Belles Filles, demostró que es el mejor. Por eso viste de amarillo. Por eso es un dictador. Por esto está destinado a ganar otro Tour.