La montaña que tenían enfrente ayer Marcel Granollers y Marc López en Nueva York habría sido un reto difícil de superar para cualquiera: una final de Grand Slam, la segunda de la carrera de los barceloneses tras alcanzar este año la de Roland Garros, frente a una pareja, la de los hermanos Bob y Mike Bryan, que antes de ayer ya había ganado 15 grandes y que lleva casi 400 semanas mirando al resto de jugadores desde el número uno.

Los gemelos de Camarillo (California) perseguían, además, un golpe simbólico: un triunfo en Flushing Meadows, donde ganaron por primera vez en 2005, sumaría el título número 100 de su carrera. Fue demasiado para que Granollers y López pudieran cumplir el sueño y los Bryan, en solo una hora y 19 minutos, sellaron un 6-3 y 6-4, se hicieron con la copa y los 520.000 dólares de premio.

En la pista, antes de recibir su cheque como finalistas por 250.000 dólares, Granollers reconocía ante López la frustración --"cómo cambia de ganar a perder"--, pero admitía en un encuentro con la prensa española el logro conseguido. "Si a principios de año alguien nos dice que haríamos dos finales de Grand Slam habríamos firmado".

Quedan ahora el "ojalá a la tercera vaya la vencida" y el análisis de un partido que se escapó ante la determinación y el juego de los Bryan, que hace 30 años, cuando tenían solo seis, jugaron su primer partido emparejados. "Cuando les das ventaja son imparables, te hacen jugar mal, te hacen los puntos muy rápido, tienen un gran saque", analizaba López mirando con cierto pesar las oportunidades desaprovechadas.

Hoy, el japonés Kei Nishikori y el croata Marin Cilic disputan la final del Abierto de Nueva York, un título que para ellos era un sueño hasta el sábado, cuando hicieron historia al dejar en el camino a dos favoritos: Novak Djokovic y Roger Federer.