Miraron a la grada y procedieron a su particular ritual de celebración, pero nadie gritó ni festejó. Apenas los componentes del cuerpo auxiliar del Barça que no pueden sentarse en el banquillo. Los goles más tristes de Busquets y Leo Messi no encontraron eco instantáneo, pero quedarán inscritos en la historia porque millones de personas lo relacionarán para siempre con un partido jugado a puerta cerrada debido a la jornada de referéndum y la situación especial que se vivió durante todo el día en Cataluña.

Otra vez la política y el Barça anduvieron de la mano. El club pidió el aplazamiento por los graves sucesos acaecidos en toda Cataluña, pero ante la negativa de la Liga y la amenaza de perder 6 puntos (los 3 de la posible incomparecencia y los 3 de la consecuente sanción) llevaron al presidente Josep Maria Bartomeu a abogar por la disputa del choque y primar los intereses deportivos del equipo por encima de todo.

No podían fallar, por tanto, los jugadores en un encuentro extraño también para ellos, acostumbrados al ruido de los estadios. Vacío y silencioso estaba el Camp Nou porque los cánticos, los gritos y los alaridos (de dolor) recorrían el espinazo de Cataluña. Solo un espectador entró en el estadio y se hizo notar saltando al césped como espontáneo. Tampoco el sistema de seguridad afinó dentro del estadio.

Pero sí el que desplegó el equipo sobre el césped, sobreponiéndose a las singulares circunstancias para asegurar el noveno triunfo consecutivo, el séptimo de la Liga, y disfrutar del parón liguero con un pleno de 21 puntos y una impensable ventaja sobre el Madrid. El regreso endurecerá el camino con una visita al Atlético.

No iba a complicarlo el Las Palmas, que quiso buscar las cosquillas al Barça y se encontró un rival muy puesto, aunque por momentos pensara que jugaba una pachanga de entrenamiento donde se escuchan los gritos de los jugadores entre sí. Calleri amenazó con un disparó al poste cuando el Barça aún estaba desorientado por tanto silencio pero seguramente las voces de Valverde espabilaron al grupo.

Le espabilaron más las decisiones de Valverde, que retiró a Paulinho y Aleix del carril derecho -ambos por delante de Sergi Roberto- para devolver al campo a los inicialmente suplentes Rakitic e Iniesta. Aunque el brasileño acarició de nuevo gol con otra impetuosa entrada de cabeza, no dio al equipo el fútbol que necesitaba.

Sí lo dieron los sustitutos, y también Denis, que pasó de interior izquierdo a extremo derecho. Messi empezó a recibir balones y no melones de Denis y de Luis Suárez, y se plantó dos veces ante Chichizola para asegurar el triunfo que se gestaba con un cabezazo de Busquets mientras Cataluña aún se estremecía de dolor por la jornada de terror.