Hace ya mucho que Paco Herrera sabe que en el Real Zaragoza nunca va a estar solo, que siempre le acompañará la soledad. Los gritos al vacío ayer en la rueda de prensa del Heliodoro Rodríguez López, después de un empate insuficiente en un partido de verbena en defensa pero con un buen puñado de llegadas al área contraria en la segunda parte, y culminado con un punto de resignación gracias al bendito error de otro portero, no son otra cosa que los lamentos de un hombre desesperado. Desesperado, atormentado e impotente ante la situación que le rodea, que ni pudo ni puede ni podrá controlar.

Herrera continúa dejando mensajes encriptados cada vez que toma la palabra. Amaga, pero no da. Desliza, pero no concreta. Deja intuir en todo caso. En verdad lo que le ocurre al entrenador es que está hastiado del ruido de sables, de los palos en las ruedas, de los misiles scud volando y explotando sobre su cabeza, del clima bélico que todas las semanas bombardea los cimientos del Real Zaragoza y de la crispación permanente, la de fuera y, sobre todo, la de dentro. De las denuncias, de los ataques verbales, de los contrataques, de la mala leche, de las zancadillas y de los torpedos subterráneos.

El distanciamiento entre el césped y los despachos de esta temporada es insalvable. Por supuesto, Herrera lo sabe también. Como sabe que si todavía sigue aquí es porque no hubo dinero en su día para despedirlo. No hubo más razón que esa. Por eso, cuando se lamenta en voz alta, cuando suplica clemencia, solo reclina sus lamentos en sus futbolistas, los únicos a los que aún puede pedirles calor humano, compresión y una mano amiga, incluso con decisiones deshonrosas y desautorizadoras en su macuto.

Herrera vive diariamente sobre un campo minado. Eso es cierto. Tanto como que él mismo rebajó su nivel de dignidad profesional hasta un extremo irrecuperable y que, en sus atribuciones, en la construcción de un equipo, que no es peor que casi ninguno ni mejor tampoco, no ha estado bien. Es difícil saber qué esperaba encontrar cuando firmó en verano y qué fantasía le habían explicado. Esto que está sufriendo es justamente el Real Zaragoza de Agapito. Agitación continuada. Tarde o temprano, Herrera será otra de sus víctimas. Implorará compasión y se quejará, pero él seguirá con su cabeza recostada sobre el hombro de la luna, rodeado de mucha gente pero solo. Completamente solo.