Lo mejor que le puede pasar a un delantero es marcar gol en el primer balón que toca. Así entró en el partido Marc Gual, que no llevaba más que un minuto en el campo cuando cogió la pelota en la frontal, avanzó un par de metros y golpeó seco para batir a Parera y poner el 1-2 en el marcador. A partir de ahí Gual creó peligro en cada acción y el Zaragoza encontró el punto de apoyo que le faltaba para lanzarse a por el partido. El delantero catalán fue el agitador que necesitaba el equipo aragonés para poner patas arriba un partido que, una vez más, le abocaba al desastre tras una primera parte lamentable.

No funcionó casi nada en el equipo en los primeros 45 minutos y Lucas Alcaraz movió fichas al descanso. Aunque mantuvo los tres centrales, la entrada de Benito dio una mayor profundidad a la banda derecha y la de Igbekeme, más oxígeno al centro del campo. Porque a Eguaras se le espera, pero no está. Con esos dos cambios al Zaragoza le empezó a mudar la cara, comenzó a recuperar el color y el pulso vital. Pero no era suficiente para crear peligro de verdad y, mucho menos, para pensar siquiera en rascar algo positivo del partido. En el minuto 64 la entrada de Marc Gual completó el cambio de Alcaraz. El técnico juntó en el campo al tridente que tan buenos resultados dio al inicio de Liga y volvió a ser una buena solución para no perder lo que parecía perdido.

Los goles lo cambian todo, claro. Por supuesto, las valoraciones y los análisis a posteriori, pero también los propios partidos. Un tanto puede hacer saltar por los aires hasta el guion más calculado y darle la vuelta a un equipo y a un estadio. El de Gual ayer fue la chispa definitiva que encendió al Zaragoza y al propio delantero. El catalán se descolgó ligeramente de los dos puntas, Álvaro Vázquez y Pombo, para hacer más daño y vaya si lo hizo. Otro disparo suyo acabó siendo el empate, rematado finalmente por Pombo casi sobre la línea para premiar otro partido lleno de esfuerzo del zaragozano en el minuto 73. Y a partir de ahí todo pareció posible, aunque ya nada se moviera. Cada intervención de Gual fue sensación de peligro. Sus disparos iban siempre bien dirigidos.

Es el segundo gol de Marc Gual esta temporada y los dos los ha metido siendo suplente. Se perdió tres jornadas por lesión y en las once en las que ha estado disponible ha dejado de ser titular en dos ocasiones, en Albacete y ayer contra el Mallorca. En las dos marcó al entrar al campo y en ambas el Zaragoza rescató un punto tras ir perdiendo 2-0. En el Carlos Belmonte entró en acción en el minuto 28 por la lesión de Papu y anotó el 1-2 en el 53. Álvaro Vázquez puso el empate definitivo. Ayer entró en el 64 por Lasure y un minuto después ya había revolucionado el partido.

EL ARREÓN FINAL

Sobre los pulmones de Igbekeme, a lomos de Benito y con el colmillo afilado de Gual construyó el Zaragoza el relato de la épica con la que casi se lleva el partido. Por encima de esquemas y dibujos el equipo se fue a por la remontada acumulando gente en la parcela ofensiva, obligando a retrasarse al rival, creyendo en sí mismo. Fue más corazón que cabeza en muchos momentos, aún así bendita agitación, bienvenida locura después de otra primera parte desastrosa. Ni con tres centrales puede vivir tranquilo el Zaragoza, para el que cada córner, cada balón parado, cada centro lateral es un suplicio.

En el primer córner le marcó el Mallorca, a los cinco minutos, y a los 20 le condenó otro centro lateral. Acciones que se repiten como calcos una y otra vez, un lastre demasiado pesado que ha hundido al equipo en la clasificación. Ante el Nástic consiguió remontar, ayer se quedó a las puertas aunque lo mereció. Lo primero es que el Zaragoza mejore atrás, de lo contrario no habrá aspiraciones posibles. Después, que la selección natural deje paso a los mejores.