Como un viejo edificio demolido con precisas explosiones en los muros de carga, el Real Madrid ha visto cómo las paredes que amenazaban con caer desde hace tiempo se han demolido todas a la vez en una semana, con cuatro derrotas que no han hecho más que certificar la tendencia suicida que había tomado el club. Eliminado en las copas y sin opciones de título en Liga, el equipo volvió a entrenar ayer tras la debacle ante el Ajax para preparar el partido del fin de semana ante Valladolid.

El palco

La última vez que el Madrid estuvo fuera de la pelea por los títulos en los albores de marzo, en el 2006, la historia terminó con la dimisión de Florentino Pérez como presidente blanco en el final dramático del Madrid de los galácticos. Trece años después, las cuatro Ligas de Campeones le han dado un crédito a la presidencia que ha ido gastando sin mesura a fuerza de imponer el inmovilismo como política deportiva. Sin una estructura profesionalizada en la secretaría técnica, en la figura del presidente confluyen todas las críticas por la gestión deportiva y de fichajes.

La venta de Cristiano Ronaldo por un precio inferior a su valor de mercado, sin un plan de contingencia detrás, terminó de ensanchar la vía de agua que ya inundaba al Madrid. La respuesta fue el fichaje de Mariano, convertido en la única alternativa en ataque, y en la grada en el partido decisivo. Con él compartieron palco otros dos flamantes fichajes, Odriozola y Brahim Díaz.

El banquillo

El Madrid ha dado oficialmente comienzo a una transición que, en realidad, ya lleva meses instalada en el vestuario, concretamente desde el día que dimitió Zinedine Zidane, pero que desde los despachos se ha querido estirar al máximo.

Cada derrota del Madrid engrandece más la figura del francés, como el técnico que fue capaz de gobernar lo que ahora parece incorregible, y como un certero analista de presente y futuro. El sugerido liderazgo del técnico argentino para el nuevo proyecto de la próxima temporada ya no es un tema sobre la mesa, le ha sustituido si Solari es capaz de terminar dignamente, con la clasificación para la próxima Champions, una temporada calamitosa.

La plantilla

El entrenador blanco fue navegando por el turbulento curso con más o menos estabilidad, pero el último pecado ha sido monumental y entre el reparto inmediato de responsabilidades, las del argentino son primeras que pueden tener efecto. La gestión de una plantilla que se dividía entre la mitad exhausta y la mitad indignada ha terminado en una semana trágica, sin frescura en el campo ni relevos motivados en el banquillo. Por el camino se dejó a jugadores que fueron importantes en algún momento, sobre todo Ceballos, y entre los líderes desterrados sobresalen Isco y Marcelo, uno en la grada y otro en el banquillo, los dos con la misma irrelevancia.

Los goles

Sin mucho más a lo que agarrarse, como si hubiera surgido en una lluvia de ideas en un despacho de publicidad, a principio de temporada se generó la idea, reconocida por Modric antes de jugar ante el Ajax, de que la venta de Cristiano Ronaldo se podría subsanar con lo que había en el plantel. Unos meses después, ha tomado trascendencia la letra pequeña de la campaña y Bale es el gran señalado. El declive del galés en todos los aspectos le sitúa en una puerta de salida que ya estuvo a punto de tomar el pasado verano, su rendimiento ha sido nefasto y ha terminado de romper relaciones con la grada y con sus compañeros.

El equipo

No han sido un sustento los pilares de un grupo que ha confirmado los síntomas de agotamiento que presentaba. La falta de solidez y contundencia de Casemiro y Kroos, la poca incidencia de Modric, el bajón de rendimiento de Carvajal o el esperpento de Ramos con la tarjeta forzada en Amsterdam, culminado con un espectáculo televisivo en su palco privado mientras su equipo era abochornado.

La grada

Ni las lesiones, ni los dos postes, ni la polémica con el VAR… Ninguna vicisitud sufrida pudo ensombrecer el bochorno futbolístico al que fue sometida una afición resignada, noqueada por el luto ante la catastrófica vertiginosidad del Ajax. El Bernabéu respondió con abandono e inapetencia, cansado, con la necesidad de alguna motivación más allá de Vinicius, la piedra sobre la que se sustentan casi todas las esperanzas de futuro.