Insujetables. No busquen esta palabra en el diccionario. Cualquier académico de la RAE les mirará con cara de panceta si se atreven a pronunciarla. En el María Moliner panicero tampoco la hallarán. Es que no existe. O sí, en la cabeza de Pacheta. Quizá sea un burgalismo. O yo que sé. Sea como sea es un mote magistral para bautizar a este Huesca de Don José Rojo. Porque así dijo el técnico que estarían sus jugadores si ganaban al Elche. Y como ganaron, como escaparon de la zona del descenso seis meses después de ese 17 de octubre, libres, liberados, así estarán.

Y que no es nada, lo sabemos. Que quedan ocho partidos, también. Que el próximo es otro a vida o muerte, en Vitoria ante un Alavés muy necesitado, por supuesto. Que no hay nada que celebrar. Hombre, mujer, pues un poquito sí, aunque sea un ratito corto. Que tras una pandemia, un año sin ir a El Alcoraz, jornadas y jornadas con poco triunfo, pues déjense llevar mínimamente por la alegría. Mañana ya habrá que ir a trabajar. Pero mañana.

Porque lo que parecía imposible ha sido posible. Que ese ‘que nos esperen’ de Pacheta no era frase de psicólogo vende motos. Que ha sido real, es real. Porque sus jugadores se lo han creído, porque el entrenador ha hecho de lo sencillo, lo básico, lo trascendente. Porque ha mutado del mustio al convencimiento a un grupo de futbolistas, no todos, los que más quieren o los que más lo merecen. Y así el Huesca seguirá siendo de Primera. Sin venirse arriba. Sin euforias. Solo por la lógica razón de las inercias y el compromiso que le han sacado del agujero. Por eso.

Pero para vivir esta liberación hubo que sufrir. Y lo que te rondaré morena. No tanto, porque este Huesca, esos Insujetables de Pacheta, saben cómo competir y, lo mejor, cómo ganar. Encadenan la segunda victoria, Insólito. Solo un gol encajado, y en propia puerta, en tres partidos. Y cuarta diana de Rafa Mir en este tramo. Y más que eso, un equipo que ataque y defiende, lo hace junto, en colectivo, en forma, donde un delantero te tapa al lateral como un central esprinta si es el que más gas tiene en esa contra. Donde si ahora estoy para sesenta minutos, pues eso es lo que juego. Donde el esfuerzo es innegociable, Y con una idea clara, atacar para adelantarse y jugar luego a retener el resultado sin miedos, jugando con los nervios del adversario y no con los propios. Como pasó en Valencia. Como ocurrió ayer. El cague es de los otros. El fútbol más precioso. Porque es con el que se gana.

Frenopático

Masoquismo. Que como está siendo la temporada de siesta apacible, tranquilita, sin sobresaltos ni pesadillas, qué mejor manera de empezar una cita trascendental que con un doble infarto. Revuelta en el frenopático. Repartidas las arritmias para que nadie se nos cabree. Porque de pensarse que había comenzado con el mejor de los pieses a tropezar con uno torcido. De repetir la jugada del primer gol de Levante, de centro de zurda enroscada de fuera a dentro de Ferreiro y remate limpio y goleador de Rafa Mir, a una trepidante combinación tras el siguiente saque de centro para que Barragán la rasée en el área y Vavro, en su intento de despejar, se la meta dentro. Del 1-0 de liberación al 1-1 del volver a empezar.

De estos dos se pasó al del árbitro o al del VAR. Barre dentro del área Mójica a Pedro López. Alberola señala el penalti. Pero el chivato del vídeo advierte que, en el pase, Sandro no consigue desaparecer, qué cosas, y golpea en la inercia al defensa. Se señala esta falta previa y se anula el castigo.

Hay más. Porque si Badía había estado atento al tiro libre de Sandro o escoradísimo chut de Ferreiro, se comió por un bote traicionero un duro golpeo de Sandro. Meritazo el del grancanario, que se presiona arriba como te cubre al lateral, algo que hace porque si no no jugaría con Pacheta... Pero si encima marca. Y marcó porque le robó la pelota atento a un Fidel fuera de sitio y circuló por el balcón del área para romperla con el alma, que si no iba colocada iría fuerte y, como pasó, quizá la chafaba el portero.

Objetivo cumplido. Ahora sí que no. Puestos por delante, como en Valencia, a encerrarse atrás (67% posesión del Elche) y esperar una contra o balón parado, como un trallazo que fue casi de Vavro. Solo al final, casi en el descuento, una mano de Mójica fue penalti, ahora sí, y Mir siguió con su racha. Doce goles doce. Se dice pronto.

El Elche poco inquietó. Porque Andrés paró la única, de Boyé, porque los centrales, incluido Siovas, estuvieron perfectos y bien parapetados por una segunda línea de cuatro. Porque no hubo errores ni malos cambios, porque el miedo es de otros, porque no se tiembla, porque Pacheta ha traído ese convencimiento, ese carácter. A sus Insujetables. A su Huesca.

Huesca: Andrés, Vavro (Siovas, min. 65), Pulido, Insua, Pedro López, Galán, Seoane, Mosquera (Mikel Rico, min. 65), Ferreiro, (Doumbia, min. 80) Sandro (Sergio Gómez, min. 58) y Rafa Mir.

Elche: Edgar Badía, Barragán (Palacios, min. 45), Verdú, Dani Calvo, Mojica, Raúl Guti, Marcone, Fidel (Rigoni, min. 70), Tete Morente (Carrillo, min. 64) (Nino, min. 76), Pere Milla (Josan, min. 64) y Lucas Boyé.

Goles: 1-0, min.3, Rafa Mir. 1-1, min. 5, Vavro (p.p). 2-1, min. 30, Sandro. 3-1, min. 87, Rafa Mir, de penalty.

Árbitro: Alberola Rojas (colegio manchego). Tarjetas amarillas a los locales Sergio Gómez y Ferreiro y a los visitantes Fidel y Verdú.