Fue uno de los momentos más emotivos, vibrantes y espectaculares de la pasada temporada. Fue uno de esos grandes premios para recordar, una carrera inolvidable y, sobre todo, uno de esos instantes que definen un campeonato, un título, un pulso, un desafío generacional, eso sí, a 340 kilómetros por hora, que ayuda a entender, aunque esa percepción es difícil de asumir para cualquiera de nosotros, de qué pasta están hechos estos chicos: de la pasta con la que se hacen los sueños.

Habían ocurrido ya muchas cosas, muchas, demasiadas. Marc Márquez (Honda) estaba atreviéndose, con un pilotaje agresivo y feroz, a faltarles al respeto a los tres magnificos y ya había tenido sus más y sus menos con Jorge Lorenzo (Yamaha), Valentino Rossi (Yamaha) y Dani Pedrosa (Honda). Le criticaban que fuese tan agresivo y le amenazaban con exigir sanciones. Márquez no se inmutaba, y siempre se escudaba en que "así son las carreras". La lectura era: para ganaros hay que correr así. O así me enseñaron a mí.

Lo cierto es que Márquez estaba metido en el ojo del huracán, empujando a unos y otros y haciéndose con el mando del campeonato siendo el rookie más joven que se atrevía a semejante gesta. Y llegaron, más allá del ecuador del Mundial, al GP de Inglaterra y, en las últimas 10 vueltas, vimos lo que no se había visto hasta entonces, adelantamientos en 3D, en plan Matrix, entre los dos favoritos del campeonato, Márquez y Lorenzo.

El campeón de Cervera corría con el hombro recolocado tan solo cuatro horas antes y protagonizó una serie de adelantamientos imposibles frente a un Lorenzo que no podía permitirse la humillación de ser derrotado en esas condiciones. Y no lo fue, no. El mallorquín, que había criticado, y mucho, a Márquez, le adelantó casi a empujones, chocando sus carenados en varias ocasiones, por supuesto en la última vuelta. Y venció a lo grande, a lo inmenso.

Llegados ambos al corralito, allí donde dejan sus motos, abrazan a los suyos y se preparan para ascender al podio, Lorenzo, que parecía orgulloso de haberle devuelto a Márquez el adelantamiento-empujón-choque de la horquilla de Jerez, se acercó simpáticamente a Márquez y le dijo: "¿Te he tocado, verdad? Si es así, te pido disculpas". Y Márquez, sonriendo a mandíbula abierta, le dijo: "¡Sí, sí, me has tocado, pero, tranquilo, tranquilo, ha sido guapo, guapo, muy guapo, la gente se lo habrá pasado en grande!". Era el Márquez candidato, debutante, hambriento, divertido, sagaz, justo y líder.

SIN 'SACACORCHOS'

Es posible que el paso de los meses propicie que, a partir de la semana que viene, todo sea algo más normal. Ya no hay sorpresas en el caso de Márquez y, mucho menos, en la revancha que prepara Lorenzo. Y Pedrosa. Y, dicen, que Rossi, que vuelve a estar ilusionado y motivado. Es el nuevo Mundial, con el más joven de los campeones, el muchacho que sumó 16 podios en 18 carreras ante el Lorenzo más triunfador (ocho victorias en el 2013, más que nadie), la última oportunidad para Pedrosa en su noveno año en el equipo Repsol-Honda y la resurrección del Doctor, que ha anunciado: "Si a mitad de temporada no estoy con ellos, al final de campeonato me retiro".

Puede haber más alicientes, como la nueva visita a un recondito circuito en Argentina, en Termas de Río Hondo, o el lamento por no pasar por el sacacorchos de Laguna Seca; puede que haya alguna sorpresa con la nueva categoría Open de MotoGP (cuatro litros más de gasolina, neumático de quali más blando detrás y tantos motores como quieran) o, incluso, con los terribles Espargaró, Aleix y Polyccio; o con el alemán Stefan Bradl.

Márquez, que ya se perdió toda una pretemporada (la del 2012 de Moto2 por un problema de visión y, meses después, lograba su segundo título mundial), está convencido de una cosa: "El Mundial es lo suficientemente largo como para no tener problemas si las cosas van regularmente bien en Catar, aunque no estaré al cien por cien. La moto fue muy bien en los tres días en que estuve en Sepang y ahora solo es cuestión de volver a cogerle el tacto, el truquillo, de disfrutar. Solo pasándotelo bien, sonriendo encima de la moto, puedes pelear por el victoria". Eso sí, Márquez cree que Vale, su ídolo de niño, puede complicarles la vida. "Lo veo especialmente motivado, con buen ritmo y muy regular sobre la moto".

"Yo aún tengo la sensación --asegura Lorenzo, sin vanagloriarse de su gran pretemporada-- de que Marc, que es el favorito, Dani y yo aún estamos medio pasito por delante de los demás. Pero sí, coincido en que Rossi pinta muy bien". El mallorquín, siempre entre los dos primeros del Mundial, cree que su Yamaha sigue siendo superior a la Honda en el paso por curva, "que es velocísimo", mientras que la Honda "acelera brutalmente, gira muy bien y se pone recta enseguida a la salida de las curvas".

MARC LOS QUIERE ATENTOS

Nadie cree que existan modificaciones ni en el comportamiento ni en el pilotaje de los magníficos. Nadie cree que ser un año más viejo, veterano, provoque que Márquez cambie su determinación en la pista. "Hay que recordar --explica el periodista norteamericano Dennis Noyes, uno de los gurús del paddock-- que por algo la prensa anglosajona llama a Márquez, 'Marc the merciless', es decir, Marc sin piedad, sin misericordia; sería algo así como el implacable, el despiadado. Hace unas semanas visité a Wayne Rainey y me dijo que lo mejor de Marc era que sus adelantamientos son instintivos. Se diría que a veces los hace porque se aburre. Rainey cree que todo tiene un sentido, sí. Marc quiere tener en tensión permanente a sus adversarios, los quiere intranquilos, porque nunca da una vuelta rutinaria, todas tienen el valor de la victoria".

Ese Márquez definido por uno de los más grandes campeones, hoy en silla de ruedas, es el que ha provocado que expertos como Paul Butler, antiguo director de los grandes premios de MotoGP, asegure: "Marc es un piloto como los de antes, como lo fueron Roberts, Spencer, Rainey, Lawson, Gardner y Schwantz. Ninguno de los adelantamientos que realiza Marc hubiera provocado la más mínima exclamación, levantamiento de ceja, en la era de las quinientos. Sigo pensando, aunque aquella frase mía provocó mucho alboroto, que las motos siguen siendo un deporte de contacto porque, cuando dos pilotos persiguen la misma trazada, el roce resulta inevitable".

A ese vibrante pulso entre los líderes de Honda y Yamaha se añade un hecho que generará mucho ruido, tal vez demasiado e, incluso, demasiado pronto: los cuatro magníficos acaban contrato este año. Ya lo planearon así. Honda tiene a Márquez, el mejor joven jamás visto; Pedrosa agota su último comodín; Rossi sueña con reverdecer laureles y Lorenzo acaba de confesar: "Sería muy bonito y muy romántico acabar mi carrera deportiva en Yamaha, pero todos los pilotos tenemos un punto de egoístas y si nuestra moto deja de ser competitiva, igual oiría ofertas". En el box del equipo Repsol-Honda ya hay quien ha oído, y más de una vez, decir al japonés Suhei Nakamoto, jefe máximo de la firma alada en el Mundial de motociclismo, que no le desagradaría conseguir los servicios de Lorenzo. Sobre eso, nadie le ha pedido aún opinión a Márquez, que tras su deslumbrante aterrizaje en MotoGP, tendría algo que decir. Es el campeón.