Tras darse él mismo de alta médica, Diego Maradona permanecía ayer recluído en una casa de campo a 50 kilómetros de Buenos Aires mientras familiares y especialistas expresaban su temor por una recaída. Rodeado de tres enfermeras y amigos de la noche , Maradona trataba de decidir si volvía a Cuba, iba a otro país o se quedaba en Buenos Aires a seguir su rehabilitación.

La salida de Diego de la Clínica Suizo Argentina fue conflictiva. Su exesposa, Claudia Villafañe, quien lo resguardó en las horas de zozobra, le arrojó la ropa en su cara al ver que era imposible disuadirlo de la idea de abandonar el hospital. "Estoy cansado de estar aquí. Dénme una pelota y les demostraré lo bien que me siento", dijo Maradona antes de irse en una camioneta infligiendo la ley de velocidad máxima. "El riesgo cardíaco está todavía latente", advirtió Osvaldo Curci, director del Centro Nacional de Toxicología del Hospital Posadas.

El gran desafío ahora es evitar el síndrome de abstinencia. "Para eso hay que medicarlo con antidepresivos, tranquilizantes y ansiolíticos", sugirió Curci. A Maradona le esperan síntomas que requieren un tratamiento eficaz: ansiedad, insomnio, angustia. "Si entra en un pozo depresivo, será difícil sacarlo". A su vez, tiene que controlar la obesidad, la hipertensión y la cardiopatía.