Que un futbolista sea capitán del equipo a los 19 años quiere decir algo. A esa edad nadie tiene experiencia, recién abandonada la categoría juvenil, ni ha podido imponer su capacidad de liderazgo en un vestuario de adultos. Si a uno le dan el brazalete en ese momento únicamente es debido a que posee un talento extraordinario. Ese chaval al que convirtieron en capitán del Banik Ostrava es hoy la estrella de la Eurocopa: Milan Baros.

El delantero checo, que cumplirá 23 años el 28 de octubre, se ha erigido en el máximo goleador del torneo, con cinco tantos en cuatro partidos, y está camino de igualar el récord de Michel Platini de 1984, que consiguió anotar en cinco encuentros consecutivos. Es la revelación porque nadie esperaba su explosión en Portugal. Porque Baros, en los tres años que median entre que recibió el brazalete y fue sustituido entre ovaciones de Oporto el domingo por la noche, estaba inmerso en una carrera de obstáculos. El primero que aplaudió, allá donde estuviera, fue Rafael Benítez, que tomará las riendas del Liverpool con un refuerzo con el que no debía contar. No tendrá a Emile Heskey, traspasado al Leicester, pero a sus órdenes estarán delanteros como el propio Baros, Michael Owen y al pichichi de la Liga francesa, Djibril Cissé.

El primer obstáculo que tuvo que sortear Baros fue la burocracia. Gerard Houllier, el entrenador del Liverpool, quedó prendado de él en noviembre en 1999, viéndole con la sub-21 checa. En el verano del 2001 logró su fichaje pagando 5,3 millones de euros al Banik, adelantándose al primer equipo que se interesó por él, el Real Zaragoza. Las puertas de la Premier se le abrieron... y se le cerraron de golpe. En Inglaterra al jugador no le concedieron el permiso de trabajo requerido a los extracomunitarios y tuvo que frenar su sueño de grandeza.

Le presentaron en Anfield Road el mismo día que a Nicolás Anelka, pero Baros tuvo que volver a Ostrava hasta el 21 diciembre, cerrando su etapa en el club checo con 11 goles en los últimos 15 partidos. En Liverpool completó la temporada jugando la Liga de los reservas y una sola aparición con el primer equipo: ante el Bar§a, en el Camp Nou (marzo del 2002).

"Los primeros seis meses estuvo sin jugar, engordó y se recuperó para realizar una gran temporada", explicaba Vladimir Smicer, compañero de selección y del Liverpool, que ejerció de hermano mayor en sus primeros tiempos. Baros ya era un ídolo por su espectacular irrupción con la selección --debutó con un gol ante Bélgica y sumó seis en los primeros siete encuentros--, y la prensa lo elevó a los altares. Era el Maradona de Ostrava y estuvo a punto de sucumbir a la lujuria de la fama. Pero reaccionó, siguiendo los consejos de Smicer y Berger, otro checo de los reds , adelgazó seis kilos y se preparó para conquistar la titularidad. "Somos compañeros de habitación y hablo mucho con él", afirma Smicer, feliz, pese a que Baros le ha empujado al banquillo.

Cerró la segunda campaña con el Liverpool con 9 goles en 27 partidos y podía competir ya con Heskey y Owen por un puesto en la delantera. Era el Baros que esperaba ver Houllier. La temporada pasada debía ser la de su consagración. El 13 de septiembre, sin embargo, una entrada de Markus Babbel (Blackburn Rovers) le rompió los ligamentos del tobillo. Baros no reapareció hasta febrero. En su primer partido con el Liverpool, el 1 de marzo, regresó con un gol al Leeds, el único que anotó en 13 partidos. "Pasé un periodo muy difícil, pero ahora estoy contento porque puedo jugar como la gente espera de mí", confesó el joven delantero checo tras los dos goles que anotó ante Dinamarca.

Confianza de Brückner

Durante muchas semanas temió que no llegaría a tiempo para ir a la Eurocopa, pero Karel Brückner no podía prescindir de un futbolista con una estadística impresionante con la selección. Antes del torneo había marcado 16 goles en 25 encuentros internacionales (0,64 por partido). Ahora ya son 21 goles en 29 partidos (0,72). Y Smicer sonríe: "Estaba jugando muy bien antes y después de la lesión. Quería demostrar que es un gran futbolista y lo ha logrado".

Fuera de Inglaterra nadie asocia a Baros vestido de rojo. Lógico: sólo ha jugado 61 partidos en dos años y medio. Ni siquiera lleva número de delantero. Luce el 5. Ese desconocido sólo piensa en la final. Dice que no necesita marcar más goles. Benítez tampoco necesita más para aplaudir su renacimiento.