Pudo ganar el Zaragoza en Soria, donde cometió un doble o hasta un triple pecado si se quiere. El más claro, la falta de ambición, el querer especular con el marcador, que se le puso de cara al final de la primera parte gracias a la sociedad de Roger y Luis García, después de que Vicente hubiera señalado ya otro déficit a la espalda de los centrales, que se remarcó en el empate final obra de Enrich.

El tercer hándicap estuvo en la nula propuesta futbolística de los de Víctor, que no jugaron a nada la mayor parte del partido, solo a lanzar balones en largo. Sin embargo, 4 minutos brillantes antes del descanso le dejaron el camino abierto. Se pudieron llevar el botín si hubieran sabido conservar la renta que tenían al intermedio, pero pedirle a este equipo que sea capaz de mantener dos ventajas seguidas parece una quimera. Lo logró ante el Eibar, pero no en Soria.

Con el aire de derbi lleno de cordialidad, con unos 2.000 zaragocistas en las gradas, a los que solo algunos jugadores, demasiados pocos, fueron a dar las gracias al final del partido, el Zaragoza tuvo en sus botas la posibilidad de respirar más hondo con una victoria que habría convertido la promoción en algo más tangible. Anoche se acostó a 4 del playoff y a 5 del descenso, cuando quedan ocho jornadas. Veremos cómo queda hoy pero este equipo, por sus sensaciones, invita a pensar que la meta es solo evitar la catástrofe de Segunda B. Los números de Víctor, con cinco puntos en cuatro jornadas --ahora lleva tres citas sin perder-- así lo remarcan.

Con Víctor el Zaragoza tiene más fe, ha ganado en espíritu y tiene un plan muy claro, lo que ya es una ventaja con respecto a Herrera. El plan no pasa mucho por el fútbol, eso sí, y el balonazo es el recurso común, demasiado común, para convertir la zona de creación en una plaza en la que Barkero ayer apenas apareció. Así que el partido fue gobernado por el Numancia, que tuvo más el balón, aunque no generó demasiado peligro. Lo cierto es que el encuentro fue de aficiones por la simpatía mutua que ambas hinchadas se profesan, pero no fue, ni de lejos, un partido de los que hacen afición.

El choque lo resumió Víctor en la intensidad. Es un eufemismo que esconde el mal juego de ambos, algo mejor del Numancia, quede claro. Y es que desde el principio, donde el técnico apostó por lo previsto, con las entradas de Víctor en banda izquierda y Cidoncha en la medular, el Zaragoza decidió que el esférico no iba a ser su amigo. No al menos en la mayoría del partido. El Numancia se adueñó de él por medio de David, con la clase de Julio Álvarez y las entradas por banda de Natalio y Vicente. Las diagonales de éste último trajeron loca a la zaga, que sin embargo sí controlaba la mejor faceta del Numancia, la estrategia en el balón parado.

Un remate de Gaffoor y otro de Pedraza y una contra mal acabada por Víctor a pase de Montañés, que tampoco acertó en un buen envío de Luis García fueron las pocas noticias del arranque. Por cierto, desde ahí Montañés se evaporó. Tras un córner mal rematado por Álvaro, la primera vez que Natalio le ganó a Rico en una jugada que acabó en el despeje de Leo Franco a remate de Enrich fue el preludio del gol. Vicente sorprendió a todos en el pase en largo de Gaffoor, Laguardia no atacó el balón y el extremo batió a Leo Franco, que se quedó a media salida. El Numancia, por cierto, puso ahí fin a 404 sin marcar. El Zaragoza es magnánimo con sus enemigos.

4 MINUTOS LETALES El tanto noqueó al Zaragoza, que se quedó aturdido unos minutos. Sin balón, sin contras, sin nada.... Pero Roger sacó petróleo de la animosidad de Akapo y Luis García tomó galones para convertir la pena máxima. No le pesó la responsabilidad al asturiano, que poco después se inventó un pase maravilloso sobre el insistente Roger, que el punta valenciano convirtió también en gol, su noveno del curso. Roger, está claro, define mejor cuando menos tiempo tiene para pensar ante el meta. Ante el Deportivo o el Eibar tuvo demasiado.

En 4 minutos se le había dado la vuelta al marcador y quedaba la segunda parte para matar un partido donde el Numancia daba facilidades en su zaga. La respuesta fue, sin embargo, un plan muy conservador. Solo el gris Víctor Rodríguez, en un tiro lejano, probó suerte en toda la segunda mitad, que fue del Numancia, más intenso, mejor colocado, con mas salida.

El empate no tardó en llegar. Julio Álvarez tiró de compás, Rico se olvidó de que tenía espalda y el pase de Natalio con Leo Franco otra vez en medio de nada lo mandó a la red Enrich. Herrera dijo antes de irse que el aprendizaje de Rico estaba costando puntos. Se diría que demasiados. De ahí al final no pasó nada. Víctor Muñoz reforzó el carril zurdo con Abraham, un cambio que aumentó la sensación de conformismo y escasez de ambición, y dio entrada a Henríquez por Roger, el mejor zaragocista. Los cambios nada cambiaron, por cierto. Si acaso a peor. Aún tuvo una Vicente, pero el Numancia tampoco estaba para demasiado mientras el Zaragoza se perdía en pases y balones a ningún lado para sellar un empate de agrio sabor que confirma la poca estatura de este equipo.