Los rebeldes difícilmente ganan las guerras, llámese el Tour, pero sí las batallas, como la del Galibier. Nairo Quintana, cuestionado por todos lados, también por su equipo, el Movistar, que ya hace tiempo que le ha mostrado la puerta de salida, quiso demostrar a los compañeros, a los rivales colombianos y al mundo entero que sigue teniendo la chispa suficiente para conseguir una gran victoria en una etapa titánica que abrió el guion alpino. Ganó en solitario, en el mismo sitio donde lo había hecho Eddy Merckx 47 años antes, y obsequió al conjunto de Telefónica con un triunfo de prestigio. Pero ese no era el plan.

Quintana quiso demostrar ayer que era un hombre libre, el mismo que el lunes había recibido las críticas de Alejandro Valverde, el campeón del mundo, y el mismo que se resistía a entregar los galones de jefe de filas a Mikel Landa, al que ahora ya supera en la general y con un minuto de ventaja. «Este no era el plan», aseguró Landa tras cruzar la meta de Valloire, con la amenaza de la lluvia que llegará a partir de ahora. Quintana se coló en una fuga de calidad porque el plan del Movistar era tenerlo allí, de puente, como ocurrió el domingo pasado. ¿Por qué, si no, el equipo tiraba a todo gas en el Izoard con Quintana fugado? ¿Por qué, si no, Landa, preguntó a Soler, en el mismo monte, la razón por la que frenaban cuando algunos, como Alaphilippe, ya sufrían?

Ganó Nairo y nada que añadir, señoría, se podría escribir. Sería lo más fácil. Y tampoco sería justo criticar por ganar a uno de los grandes escaladores de la última década, tres veces podio del Tour y vencedor de la Vuelta y el Giro, el abanderado de una gran escuela colombiana cuyo testigo ya ha cogido Egan Bernal. Pero tampoco sería correcto esconder, tapar y no advertir que la victoria no era el plan del Movistar.

EL DEDO EN LA HERIDA

Los periodistas colombianos llevan días poniendo el dedo en la herida del Movistar. Valverde y Landa debieron sonreír en Nîmes y convertirse en actores para demostrar que el equipo era una fiesta y que todos eran colegas, que simpatizaban y bromeaban entre ellos. La cara de Landa, en cambio, en la meta de Valloire, no era precisamente la de un corredor feliz por el triunfo de uno de los suyos, muy alejada de los gestos que intercambiaban con Alaphilippe los compañeros del Deceuninck tras volver a salvar otro día el jersey amarillo, ante la ofensiva del Ineos.

«¿La táctica? Pregúntenla a mi director», añadía Quintana, quien lanzó un ataque propio de sus grandes días de gloria para dejar clavado en el Galibier al francés Romain Bardet y al canadiense Michael Woods.

EL IZOARD

Y porque hubo un momento en el Izoard en el que el Movistar pasó del plan A (ponerlo todo patas arriba a la espera del ataque de Landa y su enlace con Nairo) al B, levantar el pie, dejar que el Ineos asumiese el control del grupo de favoritos, sembrar unos minutos de duda y conseguir con ello que Quintana ganase minutos a la espera de su ofensiva en el Galibier.

El conjunto español difícilmente ganará el Tour y también tiene muy complicado conseguir un podio por el que ahora pelean Quintana y Landa. Parece más fácil que tres de sus hombres, incluyendo a Valverde, acaben entre los diez primeros y, seguramente, triunfen en la clasificación por equipos. Ayer se renunció a una ofensiva en la general por un triunfo de etapa. Bienaventurada sea la victoria en el Galibier cuando se vino a Francia a por el Tour.