Al fondo, pero visible, muy a flor de piel, se palpaba el dolor y el viacrucis de un amigo, la incertidumbre de ese problema familiar que tiene atenazado a Luis Enrique Martínez, hasta ayer seleccionador español de fútbol. A él y a toda su familia. Era cristalino que Luis Enrique no podía, por más que quisiera, tener la cabeza, y peor aún, su corazón, divididos porque, aunque no se sepa («os continuo agradeciendo lo discretos que estáis siendo con este caso», repitió Luis Rubiales, presidente de la Federación Española ante decenas de periodistas), el problema es tan grave y doloroso que requiere de la ayuda de toda la familia del ya exseleccionador.

Así que Luis Enrique, que mantuvo una reunión en su casa el pasado 18 de mayo con Rubiales y José Francisco Molina, ha decidido esta semana presentar su dimisión o hacerse a un lado y permitir que la Federación siga su camino con otro técnico. «Las puertas de esta Federación, como no puede ser de otra manera, siempre estarán abiertas para nuestro amigo», señaló Rubiales.

Pero, tal y como comentaron Rubiales y Molina en la conferencia de prensa de ayer en Las Rozas, «no será otro camino, será el mismo camino, con el mismo equipo que ya habíamos contratado y del que no podemos tener mejor opinión humana, técnica, profesional y de resultados», señalaron al unísono los dos dirigentes de la Federación. «Es por ello que, en cuestión de doce segundos, Molina y yo nos pusimos de acuerdo en que no había mejor fórmula para sustituir a Lucho y seguir apostando por su proyecto que darle las riendas de la selección a Robert Moreno, que es la continuidad del equipo de Luis Enrique».

Era evidente que Moreno, de 41 años, iba a aceptar, entre otras razones porque «llevo desde los 14 años dirigiendo a equipos de fútbol y sabía que un día u otro acabaría entrenando a un gran equipo y, mira por donde, ese gran equipo será España. Me duele que la oportunidad me haya llegado de esta manera».

Carta de despedida / Ni qué decir tiene que Moreno, que lleva nueve años junto a Luis Enrique («como soy una esponja me he aprovechado de él para aprenderlo todo y, lo que no me enseñaba, se lo preguntaba», afirmó), que entró en el Barça B, siguió en la Roma, Celta, Barça grande y selección, después de sus inicios en la Penya Blaugrana Collblanc, L’Hospitalet, Castelldefels y Damm, asegura que el de ayer era «un día agridulce» porque se alejaba de un amigo, que necesitaba resolver otros problemas más serios, y le caía a él la responsabilidad soñada.

Mientras todo eso sucedía en Las Rozas, el ya exseleccionador hacía pública una carta de despedida en estos términos: «Debido a que los motivos que me impidieron desarrollar con normalidad las funciones como seleccionador desde el pasado mes de marzo continúan a día de hoy, he decidido dejar dicho cargo. Todo mi agradecimiento a los responsables de la RFEF por la confianza y la comprensión mostrada.Agradecer especialmente a todas las personas que forman parte del staff y los jugadores por su profesionalidad. Sin olvidarme de los medios de comunicación por vuestra discreción y respeto por la situación. Gracias de corazón», rezaba el escrito.

Rubiales dijo que «en ningún momento» dudaron sobre cuál debía ser el recambio. Es más, ante la posibilidad (o insinuación) de que Moreno siguiese contando con los consejos de Luis Enrique, el presidente de la Federación ni siquiera dejó responder al nuevo seleccionador esa pregunta: «Señores, empieza una nueva era. Dentro del mismo proyecto, pero una era en la que el que toma todas las decisiones es Robert Moreno». Eso sí, el nuevo técnico señaló que «ya he tomado decisiones serias estos días y lo he hecho con el libro de estilo que aprendí de Luis Enrique». Pero, eso sí, dijo que si lo necesita, no le temblará el pulso para recurrir al consejo de su amigo.