No importa que sea en África. O que sea en Sudamérica. No importa que se corra en tres países. O que solo se corra en Perú. No importa que dure tres semanas, como antaño, o dos. O 10 días, como este año. No importa que se corra en asfalto, senderos, riachuelos, monte o desierto. O que en un 70% se dispute sobre la arena como en esta edición. No importa que se dispute al nivel del mar. O que se celebre a 1.693 metros de altitud, en Duna Grande, la formación arenosa más alta de Perú.

Nada importa para que el Dakar, que cada año tiene un mes o dos que desaparece, que cada año tiene más dificultades para encontrar un recorrido competitivo, logre que su caravana de seguridad se ponga en marcha con la primera semana del año, convirtiéndose (esa es una de sus grandes habilidades) en una de las pocas pruebas deportivas de renombre que mantienen la atención del mundo, dicen, con una audiencia televisiva próxima a los 1.000 millones de seguidores. Y, sí, es cierto que también la edición que arranca estos Reyes en Perú estuvo en peligro.

El hecho de que el rally, cuyo palmarés será liderado por el español Carlos Sainz (Mini) y el austriaco Matthias Walkner (KTM), se dispute en un solo país (Perú), mayoritariamente sobre arena, con menos kilómetros de enlace y cronometradas mucho más cortas y duras, no ha asustado a los dakarianos, que han aumentado en un 1,7% más que el pasado año. Este año hay 525 corredores, de los que solo un 3,2% son mujeres (17), eso sí, la mayor cuota femenina de la historia del Dakar. Franceses, españoles y holandeses son las nacionalidades líderes (61 en total) para manejar los 334 vehículos (167 motos y quads, 126 coches y 41 camiones) de la inmensa caravana de casi 3.000 personas.

Se sale de Lima y se llega a Lima, no hay sorpresas. Bastantes más de 5.000 kilómetros (5.541, 3.000 cronometrados) y alguna etapa a 1.693 metros (no es, desde luego, el Altiplano boliviano de Uyuni o Tupiza del pasado año, a 3.500 metros de altura). Entre los favoritos, como suele decir el propio Sainz, «estamos los de siempre». Es decir, en coches, las tres marcas de siempre. Mini con cuatro mosqueteros que dan miedo: el Matador, el Africano Monsieur Dakar, Stéphane Peterhansel, 13 veces ganador, Cyril Despres, otro que tal, y Nani Roma, con un 4x4 Mini. Peugeot, que se ha ido, pero sigue a nivel privado, de la mano del campeonísimo de rallys Sébastien Loeb. Y Toyota con dos extraordinarios campeones, el catarí Nasser Al-Attiyah y el sudafricano Giniel de Villiers, un enorme competidor.

En motos la dificultad aumenta por la incertidumbre que generan los posibles accidentes e, incluso, las más que probables averías. Pero un favoritismo parecido al de Sainz ostenta el austriaco Walkner (KTM), aunque teniendo muy pegadito al español Joan Barreda (Honda), el australiano Toby Price (KTM), el británico Sam Sunderland (KTM), el argentino Kevin Benavides (Honda), el chileno Pablo Quintanilla (Husqvarna) y el español Joan Pedrero (Sherco). Sin olvidarse de Laia Sanz. El problema es que la campeonísima catalana, poseedora de 18 cetros mundiales, ha llegado a Perú con cuatro semanas de entrenamiento tan solo después de pasarse tres meses en cama a causa de una doble infección vírica, que incluso le ha impedido hacer vida normal. Es más, solo su valentía y arrojo, su inmensa profesionalidad, le ha hecho viajar a Perú.