Explicar lo que ocurrió en los quince minutos finales del partido de ayer puede ser una causa para terminar encerrado en un manicomio. De locos. Locos de alegría, de esperanza, de todo lo bueno que quieran y que se merece este Huesca.

El carrusel de acontecimientos, de jugadas con el corazón en la boca, de decisiones arbitrales de taquicardia y espera infinita, de fallos y aciertos se fueron agolpando con un estrépito demente, de película de intriga de Oscar, Goya, BAFTA y Premio Forqué, donde a cada escena se le da una patada al guion, un vuelco escalofriante. Esta vez tocó final feliz. Mejor, éxtasis de los que hacen historia, juerga de pasión, tanta como de la que iba cargado ese pepinazo del Chimy Ávila que salió del alma de todo un Alcoraz desencadenado en la creencia del sí se puede, el grito que ayer se escuchó por la Hoya, por la Jacetania, por los Monegros, por la Ribagorza.... que hizo salir del vestuario a los jugadores convertidos en héroes, en amigos abrazados para siempre tras el sufrimiento, para ovacionarles como toreros.

Fue una orgía de entusiasmo por tantas razones. Por ver al equipo derrotar al Sevilla de los 200 millones de presupuesto, darle la vuelta por narices, rasmia, sin reblar... o lo que sea en el minuto 98, ¡en el minuto 98!, con los centrales subiendo exhaustos al ataque creyendo como poseídos en un triunfo que parecía escaparse, pero que se atrapa por convencimiento, el mismo que había en pasadas derrotas, ese que hace que hoy el Huesca duerma el Carnaval a tres puntos de la salvación. Veremos que hace esta mañana en Eibar el Celta de Vigo, porque hoy el Huesca se puede quedar a solamente tres puntos, un mísero partido, de la salvación. Ocho recortados en dos meses, cuando estaba casi desahuciado y a once de la permanencia hace nada. Increíble, pero cierto.

Repetimos. El desenlace fue un delirium tremens. No pudieron pasar tantas cosas en tan poco tiempo. El partido fue de un extremo al otro como si viajara en un autobús por una pista bacheada de la selva de Guatemala. Dando tumbos de la derrota, al empate y la victoria.

Todo le pasó al Huesca después de pasarse toda la segunda parte como murciélagos colgados del larguero, atrapado en su impotencia de defender un tempranero 1-0 de Juanpi Añor con lo puesto. Después de tener que poner a un extremo izquierdo como David Ferreiro jugando de lateral derecho porque se lesionó Jorge Miramón a la media hora (antes había sacado un gol de la línea de cal) y no había más defensas en la convocatoria por las lesiones. Después de estar cediendo la posesión de forma escandalosa (28% a 71%) y de no enhebrar dos pases seguidos ante un rival que no le marcaba al arco iris por inoperancia o por el trabajo a destajo que hicieron los cinco defensas de Francisco, con premio Honoris Causa para Pulido, Etxeita y Javi Galán.

El VAR, protagonista / Pero tanto fue la palangana a la fuente, que el Sevilla empató con un penalti clarísimo de Yangel Herrera sobre Mercado. Lo que pasaba es que antes había una doble posición incorrecta anterior, que el VAR, que paró cuatro minutos el encuentro, no atinó a descubrir pese a que todo el estadio coreaba fuera de juego, fuera de juego. Eso fue en el minuto 84.

Parecía, solo parecía, que todo había terminado. Que tanto esfuerzo iba a quedarse en un empate o en una derrota, en otra oportunidad fallida por recortar la distancia con los rivales directos que esa misma jornada habían perdido (Rayo, Valladolid y Villarreal). Ni mucho menos. El Sevilla olía sangre y se volcó al ataque. El Huesca, más chulo que nadie, no era menos y, casi sin fuerzas, agonizando, se volcaba al ataque hasta con sus centrales valientes en galopadas imposibles, suicidas. De otros tiempos.

En la enésima jugada embarullada en el área de Roberto Santamaría, salvador de nuevo, el balón cae ante Munir, que en la continuación anota el supuesto 1-2. Los once jugadores del Huesca saltan a comerse a De Burgos Bengoetxea, mientras el linier no corre al centro del campo. Algo pasa. El colegiado se toca la oreja como el DJ de una discoteca buscando exitazo. Hay VAR. Y la repetición marca una sorpresa. No hay falta a Roberto, pero sí fuera de juego del rematador marroquí. Anulado.

El subidón enciende a la grada. Y el Huesca que no rebla, que no quiere, que está harto de sufrir. Casi lo consigue en un saque de esquina, desprotegiendo sus espaldas ante un Sevilla que no gana desde el 29 de septiembre fuera del Pizjuán por algo, por su falta de pegada y de lucidez más allá de colgarle balones a Jesús Navas.

Una presión con el último aliento, con más convencimiento que cabeza y Pulido se ve con la pelota en sus pies en el filo del área. Como el mejor de los mediapuntas creativos, donde otro hubiera mandado la redonda a Marte, al toledano le da por esperar, levantar la cabeza y ver a Chimy Ávila encendido. El argentino recibe y la mete en las entrañas de la portería del Sevilla. Del 1-2 al 2-1. El VAR acepta el tanto, con la incertidumbre propia del momento, porque Banega está rompiendo el fuera de juego y no por poco. No hay tiempo para más.

Del no puede ser al sí se puede. De verse con una tonelada de decepción a estirar el cuello y observar que la salvación se coloca a tiro. De verdad. No a un sueño imposible. El Huesca está muy vivo en Primera. Vivo y feliz.

Huesca 2 : Santamaría; Miramón (Chimy Ávila, min.38), Etxeita, Pulido, Diéguez, Galán; Yangel Herrera (Musto, min.80), Moi Gómez, Juanpi (Álex Gallar, min.69), Ferreiro; y Enric Gallego.

Sevilla 1 : Vaclik; Mercado, Kjaer (Wöber, min.62), Sergi Gómez; Jesús Navas, Sarabia, Banega, Rog (Franco Vázquez, min.74), Promes (Munir, min.62); Ben Yedder y André Silva.

Goles: 1-0, min.7: Juanpi. 1-1, min.83: Ben Yedder (p.); 2-1, min.98, Chimy Ávila.

Árbitro: De Burgos Bengoetxea (Comité Vasco). Amonestó a los locales Etxeita, Yangel Herrera, Pulido, Chimy Ávila y Galán, y a los visitantes Rog, Kjaer y Promes.

Incidencias: Partido correspondiente a la jornada 26ª de Primera disputado en el estadio El Alcoraz ante 6.818 espectadores.