El 1 de agosto de 1976, Niki Lauda recibía la extremaunción en el hospital de Adenau tras sufrir un dantesco accidente en el circuito de Nurburgring. Quemaduras de tercer grado en casi todo su cuerpo, y lo peor, la inhalación de gases a altas temperaturas que habían quemado sus pulmones por dentro. Seis meses después, Lauda estaba corriendo. 42 años después, permanece muy grave en el Hospital General de Viena, no muy lejos de Adenau, tras un trasplante de pulmón.

Hace un par de semanas, Niki se fue de vacaciones a Ibiza tras ver cómo su chico, Lewis Hamilton, enderezaba el camino al título, el quinto consecutivo para Mercedes, tras el Gran Premio de Alemania. Al sol de la Pitiusa, comenzó una gripe y una tos fea que aconsejaron a Lauda regresar a Austria. La gripe de verano había evolucionado hacia una neumonía y Niki no acepta los medicamentos de forma normal tras sufrir el trasplante de dos riñones años atrás. El equipo médico advirtió, el pasado miércoles, del peligro que corría la vida de Lauda y buscaron un pulmón para su trasplante en una base de datos internacional. Llegó el miércoles por la noche desde el extranjero.

Los jefes del departamento clínico de cirugía torácica, Walter Klepetko y Konrad Hötzenecker, confirmaron que la operación fue un éxito y solicitaron que «entiendan que la familia no hará declaraciones públicas y pide que se proteja su privacidad», según publica Österreich. 42 años después de que Arturo Merzario se quemara las manos para sacarle de aquel coche en llamas en Nurburgring. Probablamente a consecuencia de aquel accidente por el que le daban por muerto -Daniel Audeto llamo a Enzo Ferrari para decirle que fichara a Emerson Fitipaldi- Lauda, de 69 años, vuelve a estar grave y el mundo del motor, muy pendiente de quien venció a la muerte para volver a correr tras aquel dantesco accidente.