Ronaldinho se quedó ayer en el gimnasio, ni siquiera pisó el campo de La Masía. Después le aguardaban en el vestuario visitante del Camp Nou. Esperaban a la estrella para grabar un anuncio publicitario para Nike, la multinacional que lo ha elegido para convertirlo en el símbolo del fútbol mundial. Antes de entrar, con esa sonrisa que ha conquistado al planeta futbolístico, tuvo tiempo para bromear con Armand y Adriá, dos niños que llevaban un par de horas esperando ansiosos cruzarse con su ídolo. Y éste, como acostumbra, los recibió con el saludo surfero que ha hecho su imagen de marca.

Después, se coló en el vestuario visitante, reprodujo la sonrisa, captada por varias cámaras, y el marketing hará el resto. Pero lo que no imaginaba Ronaldinho es que pudiera llegar tan pronto a la cumbre del mundo. De momento está entre los tres nominados y peleará con Shevchenko (Milan) y Henry (Arsenal) para ceñirse la corona que le acredite como el mejor, sucediendo a Zidane.

Los seleccionadores votan

Todo depende, claro, de la votación de los seleccionadores. Pero hoy, cuando Ronaldinho se suba a un avión privado, fletado por la FIFA, con toda su familia acompañándole en el viaje hacia Zúrich, se acordará de Joao, su padre. El único que le falta. "La ausencia de mi padre me da mucha tristeza y me motiva a trabajar cada vez más. Quiero que esté donde esté él, se sienta orgulloso de su hijo", cuenta Ronaldinho cada vez que le preguntan por la muerte de Joao.

El pequeño, que despuntaba en el Gremio de su Porto Alegre local, se hizo grande de golpe. Con 19 años marcó un maravilloso gol a Venezuela en la Copa América. Con 21 años, Ronaldinho se peleó con el club de su vida para entrar en Europa por la cómoda puerta de la Liga francesa, eligiendo al París SG. El plan de los Assís , convertirlo en el mejor jugador del mundo en el 2006, coincidiendo con el Mundial de Alemania, se ha venido al traste. Hoy, sin ir más lejos, pueden ganarle la batalla al tiempo. ¿Por qué? Porque Ronaldinho, como se encarga de recordar la FIFA en su página web, es "un himno a la alegría del fútbol". Alegría, ésa es la palabra que define a Ronaldinho, un jugador que pudo ir hace año y medio al Manchester y acabó en el Camp Nou.

"Mi novia es la pelota", repite el brasileño con esa eterna sonrisa que le acompaña. La misma que ha cambiado al Bar§a. Más allá del valor de su fútbol, el gran triunfo de Ronaldinho es que ha transformado el espíritu depresivo y perdedor del club en un ambiente alegre y festivo. "Mi vida es una fiesta. Y seguiré así, sea o no el mejor del mundo", dice Ronaldinho.