El fútbol le ha concedido una nueva oportunidad, quizá la última, a Rivaldo después de tocar fondo hace siete meses en el Cruzeiro. Ahora sólo tiene que aprovecharla y demostrar que todavía conserva alguna pincelada de esa clase que le llevó a ganar el Balón de Oro en 1999 cuando jugaba en el Bar§a. Y, cosas del destino, Riazor será la primera estación de esta nueva etapa con el Olympiacos en la que ni siquiera luce el número 10 que le llevó a la gloria. Ese dorsal pertenece a un amigo: Giovanni. Ahora lleva el 5. Un número sin glamour , propio de un defensa central, que sólo brilla en la espalda de Zidane.

Rivaldo lo sabe y acepta el reto. Por eso ayer se le vio tan sonriente como siempre a su llegada a A Coruña. "Buscaremos la victoria contra un Depor que no está en su mejor momento", dijo. No le importa ni la presión ni la hostilidad con la que será recibido por una afición a la que dejó plantada hace siete años para tirarse a los brazos del presidente del Bar§a, Josep Lluís Núñez.

El último precedente es, al menos, alentador. El día que jugó con el Milan en Riazor, en septiembre del 2002, el público no dejó de silbarle e increparle, pero los italianos ganaron por 0-4 con un triple de Inzaghi. Pero esa etapa queda ya muy lejos. Tanto que intenta borrarla. Y es que su vida se torció cuando salió del Bar§a. En Milán sólo duró 17 meses. Ganó una Champions sin jugar la final. Pero la llegada de su compatriota Kaká le relegó a un segundo plano. Ancelotti nunca contó con él. Así que no le quedó otra opción que irse. Lo de después fue un calvario.

Espanyol, Flamengo, Bolton, Werder Bremen, Celtic, River Plate y Sao Paulo le quisieron fichar. También tenía la posibilidad de ir a Qatar. Pero eligió el Cruzeiro. Sólo jugó 11 partidos. El tiempo que tardaron en despedir a su protector, el técnico Wanderley Luxemburgo. Se quedó cuatro meses en el paro hasta que el Olympiacos le ofreció 1,5 millones de euros por temporada. Rivaldo empieza hoy, a sus 32 años, de cero.