Este fin de semana se juega el futuro de otro de los símbolos de la industria francesa, que parece cada vez más debilitada por la mundialización. La firma de energía y transportes Alstom podría ser absorbida por el gigante estadounidense General Electric, hasta el punto de que su presidente Jeffrey Immelt se desplazará hoy a París para cerrar la compra de la división energética por unos 10.000 millones de euros. Aunque también Immet también tiene que entrevistarse con miembros del Gobierno francés, que intenta evitar la operación. Como alternativa, vuelve a dibujarse un acuerdo europeo con el alemán Siemens.

Alstom debe celebrar un segundo consejo extraordinario este domingo. Sería el segundo en tres días, consecuencia de la divulgación de la noticia el pasado miércoles. El Ejecutivo francés reaccionó inmediatamente mostrando su malestar por no haber sido informado con anterioridad y convocó al presidente de Alstom, Patrick Kroon. Kron tuvo que dar explicaciones al flamante ministro de Economía, Arnaud Montebourg, que conserva la cartera de Industria y es el adalid de la fabricación hecha en Francia.

Kron parece decidido a vender la división energética de Alstom, que supone el 73% del grupo, y conservar solamente el de transportes, que fabrica los convoyes de alta velocidad del TGV.

La parte energética es deficitaria por la crisis y la excesiva dependencia de sus clientes europeos. General Electric quiere aprovechar la oportunidad para entrar más de lleno en el mercado francés gracias al liderazgo de Alstom en las turbinas hidroeléctricas y la energía eólica. Alstom también distribuye la electricidad de las centrales nucleares.

El Gobierno de Hollande intenta restringir al máximo el acuerdo para no ser acusado de negligencia respecto a los intereses del país. Su objetivo sería dejar al margen de la operación la red eléctrica y la división eólica para cederlas respectivamente a Schneider Electric y Areva, dos grupos franceses.