Los antiguos griegos no le tenían mucha simpatía a su dios de la guerra, Ares. En cambio, los romanos estimaban mucho a su equivalente en su panteón, Marte, del que se decían descendientes. Hasta la época de Augusto, solo había dos templos en Roma consagrados a esta deidad. Pero con el imperio proliferaron. Los inversores, en esto, se parecen más a los griegos. Los conflictos armados les disgustan, pero no por pacifismo sino porque la guerra implica incertidumbre y esta es su enemiga mortal. Cuanto menos seguro es el retorno de la inversión, más miedoso se vuelve el dinero. Es lo que ha pasado las últimas semanas.

Ayer fue un ejemplo perfecto de ello. En una jornada semifestiva y sin grandes datos macroeconómicos, los ánimos compradores fueron predominantes y los selectivos llegaron a subir un 1%. La única noticia relevante era empresarial y fue bien acogida: Coca-Cola anunció la compra de un 30% de la empresa de bebidas energéticas Monster y las acciones de ambas firmas subieron, sobre todo los de la segunda. Sin embargo, todo se truncó en el último tramo de la sesión. Los nuevos enfrentamientos en la frontera entre Rusia y Ucrania llevaron a los inversores a deshacer posiciones rápidamente. El Ibex 35 cerró con una caída del 0,71%, hasta los 10.222,2, aunque en la semana gana un 1,16%. La prima de riesgo cayó hasta los 144 puntos básicos con el interés del bono a diez años marcando un nuevo mínimo al situarse en el 2,41%.