El bitcóin se ha convertido en una amenaza para el sistema financiero. La OCDE ya alertó de ello hace unos meses. La pasada semana fueron la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Banco de España los encargados de anunciar que han creado una comisión para estudiar el fenómeno de las criptomonedas y frenar un previsible descalabro. Quizá lleguen tarde.

Da la sensación de que muchos españoles han comprado sus primeros bitcoines. Aunque no existen datos fiables sobre el asunto, amigos y conocidos aseguran que se han lanzado al mercado de las criptomonedas, en una situación que hace recordar el memorable libro Groucho y yo en su hilarante descripción de la crisis bursátil de 1929. «Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor». La historia se repite.

Y es que una de las premisas del inversor avezado es la venta cuando los precios suben. La clave se resume en aquello de «que sea otro el que gane el último euro». En un activo cualquiera que se revaloriza de manera geométrica (multiplicando la inversión inicial), lo lógico es vender el equivalente a la inversión inicial cuanto antes. Pretender que 100 euros se transformen en un millón es posible pero no lógico. Aunque el bitcóin se ha revalorizado el 1.600% en un año (el ethereum, el 12.700%).

La compra de bitcoines por inversores particulares ha puesto en alerta a la CNMV y al Banco de España. El presidente de la CNMV, Sebastián Albella, advirtió especialmente ante el sistema de contratación más arriesgado que existe en el mundo de la inversión de alto riesgo, la compra mediante los CFD (contratos por diferencias).

El apalancamiento

El genial Groucho Marx también explicaba el sistema de manera fácil: «Si uno compraba 80.000 dólares de acciones, solo tenía que pagar en efectivo 20.000. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero».

El también denominado apalancamiento, que defendía por ejemplo el financiero Javier de la Rosa en los momentos más dulces de las inversiones de KIO en España a finales de la década de los años 80, defiende el endeudamiento máximo en tiempos en los que las perspectivas de crecimiento en beneficios son elevadas. El problema llega cuando esas perspectivas se rompen. Y tras revalorizaciones como las de las criptomonedas, el estallido es bastante probable.

En el caso de las criptomonedas, las agencias de compraventa se han convertido en un punto débil de un sistema teóricamente inexpugnable (la tecnología blockchain descentralizada para la garantía de operaciones). Albella alerta ante «lo que podría parecer una venta directa, pero que en realidad no lo es». De esta manera, «las agencias confirman al inversor la compra de las criptomonedas pero este no tiene las monedas a su nombre», explica Albella.

Como sucedía en los mercados de venta de participaciones preferentes, las operaciones de venta requieren un tiempo para encontrar la operación de compra que compense, y algo parecido funciona en el club de las criptomonedas. De ahí las acusaciones de ser un sistema piramidal, aunque sin estafa asociada ya que a nadie se le asegura una rentabilidad mínima.

Precisamente la mayoría de fraudes en torno a las criptomonedas se producen en esas agencias de cambio, sea por su insolvencia patrimonial o por ser el objeto de ataque de hackers que usurpan los códigos de propiedad de las criptomonedas.

La revalorización del bitcóin ha causado una revolución de la ciberdelincuencia, que destina muchos de sus esfuerzos a la búsqueda de vulnerabilidades en los mercados de monedas virtuales. Existen sitios en internet como Badbitcoin.org que pueden servir para identificar intermediarios fraudulentos. Las medidas de control anunciadas por países como Corea del Sur y China pueden generalizar las ventas. Si Groucho pudiera hablar, diría: «Yo ya lo avisé».