En el marco de FIMA se ha celebrado el IV congreso de Desarrollo Rural, una oportunidad para conocer las novedades que nos exigirá la Unión Europea en los próximos años para poner en marcha los programas de Desarrollo Rural. Y va a ser una buena oportunidad la que tienen los gobiernos central y autonómico para demostrar que realmente este es un sector estratégico, aunque desde Madrid ya se ha anunciado un importante recorte en estos fondos.

Veremos cuál es la respuesta de las autonomías, pero el dato ya adelantado de los recortes drásticos que han realizado en los últimos años reafirman que las administraciones no son plenamente conscientes del papel vertebrador, dinamizador y generador de riqueza que tiene el medio rural, en general, y la industria alimentaria en particular. Por aportar un dato, en Aragón, en el periodo 2007-2012, la industria alimentaria invirtió 825 millones, más de lo que invirtió Opel en el mismo periodo, y el 80% de esa inversión correspondió a inversión privada.

Pero además de la financiación, los programas de desarrollo rural suponen una oportunidad para cambiar las cosas, para especializarnos como territorio en aquello en lo que somos diferentes a los demás, en definitiva, en definir el futuro del medio rural, que es casi lo mismo que decir el futuro para Aragón.

Debermos ser capaces de concretar aquellos proyectos que nos ilusionen y sirvan para poner en valor la actividad del medio rural, pero la clave estará en encontrar la colaboración necesaria entre todos los que estamos implicados con él. En Aragón, somos pioneros en la puesta en marcha de la alianza agroalimentaria aragonesa, donde las entidades que tenemos que ver con lo agroalimentario hemos mirado a lo que nos une para trabajar juntos en hacer visible el sector. Y es que, para Aragón, la palabra que debería definir lo agroalimentario y el medio rural no es ni importante, ni relevante, ni estratégico. En Aragón, la palabra que deberíamos tener en la cabeza es obsesión.