Hace cinco años, Fernando Bolea, miembro del comité europeo de General Motors (GM) no hablaba inglés, igual que muchos de sus compañeros del órgano de representación sindical. Entonces, el diccionario básico de 20 palabras en varias lenguas que sabía el camarero del hotel era su principal herramienta de interpretación. En la actualidad, las cosas han cambiado y la lengua de Shakespeare ha dejado de ser una desconocida para ellos. Los viajes al extranjero, las reuniones maratonianas y las negociaciones son también un asunto de los representantes de los trabajadores, que han visto como su agenda de trabajo se terminaba asemejando a la de los ejecutivos de cualquier multinacional.

"Cuando se constituyó el comité europeo, solicitamos a la compañía que facilitara clases de inglés a sus integrantes --con 17 idiomas distintos--, para favorecer el diálogo en las reuniones internacionales", explica Bolea que, desde hace cinco años, asiste a clases dos días a la semana. "Ahora, todos hablamos con bastante fluidez y es una gran ventaja. Además, no nos resulta difícil porque el inglés de la mayoría es de academia. Con el de los ejecutivos nos cuesta algo más, pero en algunas reuniones del comité con la empresa hay intérpretes que traducen varias lenguas", comenta el sindicalista, que subraya la libertad que aporta a la hora de viajar fuera.

Alemania es el país que más visita --la central de Opel está en Rüsselheim--, pero no el único. Las últimas conversaciones para tratar la reestructuración que prepara GM para Europa lo han llevado hasta Zúrich (Suiza). Los encuentros que mantiene el grupo director del comité europeo (integrado por seis personas) se celebran cada año en un estado, "para conocer la realidad de las distintas factorías". Y las reuniones con la Federación Europea de Sindicatos del Metal responden al mismo patrón.

La agenda de los representantes sindicales es apretada. "Muchos viajes se hacen de forma rápida. La mayoría de la reuniones que tenemos son en la planta de Rüsselheim (a unos 30 kilómetros de Fráncfort) y se celebran a las ocho de la mañana. Así que la tarde anterior, cojo el avión que va directo de Zaragoza a Fráncfort. Cuando llego allí, me traslado en tren hasta Rüsselheim y un taxi me lleva desde la estación hasta el hotel en el que nos alojamos, a las afueras de la ciudad, en donde está todo el personal de la compañía", comenta Bolea, que explica que, generalmente, aprovechan esa noche para preparar el encuentro del día siguiente y para tomar algo en el hotel "y ver como le va a la gente".

Con el fin de aprovechar hasta el último minuto, las reuniones se prolongan desde la mañana hasta las cuatro de la tarde, momento en el que la mayoría de los participantes abandonan la factoría automovilística para poner rumbo hacia el aeropuerto y estar por la noche en su ciudad de origen. "Apenas se para media hora para comer unos bocadillos en la planta", explica el sindicalista, que guarda un recuerdo especial de los rellenos de ensalada.

Cuando las reuniones son al mediodía, el plánning de viaje cambia. La salida de Zaragoza se hace a primera hora de la mañana. "Pero como no hay vuelo directo, hay que ir desde Madrid o Barcelona", comenta. En este caso, generalmente pasan la noche en Rüsselheim (aunque en alguna ocasión han vuelto en el día). "No hay tiempo para hacer turismo, como mucho, para tomar algo por la noche, pero en el hotel, ya que, al estar a las afueras de la ciudad, tampoco hay mucho que ver. Alguna vez, hemos alquilado un coche para visitar ciudades cercanas, pero generalmente aprovecho para cenar con los compañeros españoles que trabajan en la planta alemana o con los miembros del comité europeo", explica el sindicalista.

Apunta que cuenta con grandes amigos entre los representantes sindicales europeos. Una relación que, asegura, es especialmente buena con los otros integrantes del grupo director del comité (dos alemanes, un británico, un belga, un sueco y él). "Pasamos mucho tiempo juntos. Incluso si vamos a otros países, tratamos de coincidir en el viaje. En este sentido, la amistad y la confianza que tenemos también ayuda a la hora de abordar las negociaciones", añade.

Cuando el comité europeo se reúne para tratar temas relacionados con la compañía, los billetes de avión y el alojamiento corren a cargo de la multinacional. En este sentido, Bolea apunta que el plan de recorte de gastos también se nota en los viajes. "Antes, los vuelos de cualquier trabajador de la compañía se realizaban en Business Class. Ahora, todos viajamos en clase turista, donde ya casi ni te dan los buenos días", comenta. Cuando se reúnen con la Federación Europea de Sindicatos del Metal, es la organización sindical la que cubre los gastos.

En unos días se trasladará a Bruselas para reunirse con los sindicatos del metal, pero no será el último viaje que haga antes de acabar el año. El inglés y el aeropuerto han pasado a ocupar un lugar destacado en su actividad, que le ha acercado a numerosos países a golpe de negociación.