El pianista ruso Arcadi Volodos (San Petersburgo, Rusia, 1972) considera que la música clásica es "algo superior a cualquiera de las emociones que podemos tener en la vida, el amor, la compasión, el cariño o el enfado", y además, "nos ayuda a entender algo que al ser humano no le está permitido entender".

Afincado en Madrid de manera definitiva desde hace cuatro años, Volodos asegura en una entrevista a Efe que composiciones como las últimas sonatas de Beethoven y Schubert, o los últimos intermezzi de Brahms, "llevan un mensaje que no se puede explicar con ninguna palabra".

"No se puede llamar música: es algo que está por encima", apostilla.

Por eso cree que la humanidad "puede desaparecer", pero la música y el mensaje que trata de transmitir "no va a desaparecer del universo".

Para este virtuoso del piano, quien esta tarde ofrecerá un concierto con piezas de Brahms, Schubert y Schuman en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, la música "no es trabajo". "Es mi vida", asegura: "Desde que abro los ojos suena dentro de mí, respiro con la música".

Y es esa pasión la que le lleva a poner toda su dedicación en un solo programa porque, tal y como indica, "no se pueden mezclar muchos estilos y llegar a un resultado satisfactorio" y la que le permitió volcarse estos últimos cinco años en su "alma alemana".

Cinco años que han dado como resultado un disco de Brahms y un próximo de Schubert, y tras el que volverá a interpretar música rusa, pues "es un deseo".

"Tenemos que tener pasión, no se pueden coger las obras que no queremos tocar", porque una cosa es ensayar en casa y otra enfrentarse al público, ha apuntado.

Considerado uno de los mejores pianistas del mundo desde que empezó a despuntar con apenas 23 años, ahora confiesa que "no hay ninguna cosa en común" entre el Arcadi Volodos de hace 25 años y el de hoy.

"Cuando escucho grabaciones de hace 25 años escucho un pianista que ya está muerto, que no existe", sentencia Volodos, quien achaca esta opinión a que "cuando nos hacemos mayores nos volvemos más exigentes, oímos más y vemos más cosas. Nos vemos también diferentes en la vida, somos otra persona".

Es por lo que ahora ve "cada vez más difícil", si no "imposible", poder llegar a la "esencia" de "genios" como Mozart, Brahms o Schubert porque "por mucho que pasemos toda la vida tocando esas obras jamás estamos satisfechos", mientras que "cuando somos jóvenes, somos más inocentes y salen cosas que con la edad cambian radicalmente".

Volodos piensa que en lugar de intentar crear música nueva es importante "encontrar tu propio estilo con antiguos elementos", ya que "los mismos recursos pueden servir para expresar la música de forma completamente distinta".

"El error es querer ser completamente innovador y querer inventar algo que no se parezca a nada anterior", añade.

También cree se ha dañado la música cuando ha dejado de ser espiritual y ha pasado a ser un experimento.

En opinión de Volodos, lo que hace a un músico o un pianista grande es "la personalidad y profundidad para entender las cosas; no las horas de ensayo, sino la experiencia de la vida: sufrir, perder... muchas cosas".

"Quienes están encerrados horas y horas en su habitación sin conocer el mundo son las personas más pobres, están más lejos de la música", argumenta acto seguido.

Calificado como intransigente por rehuir los conciertos con orquesta, ha precisado que esto es debido a su ritmo de vida, fundamentalmente nocturna, que es cuando le llega la inspiración, y a que su vida está organizada en torno al "punto culminante" de las ocho de la tarde, hora en la que generalmente ofrece sus actuaciones, y ese día se levanta tarde.

A lo que se une el problema de los ensayos, porque para él un "ensayo y medio", el del día antes y el la mañana previa, "que sirve para poco", solo da "para ajustar el balance con la orquesta, el ritmo y nada más. La creación se escapa, queda más industrial", lamenta.

Eso sí, también piensa que frente a la multitud que acude a los conciertos con orquesta, "como un evento social más", las personas que van a los recitales de piano "aman verdaderamente la música".

Volodos confiesa que conoce poco lo música pop y se muestra seguro de que habrá "concepciones interesantes y con talento" en este estilo, pero advierte de que la música que ponen en los establecimientos de compra u ocio es "un ruido organizado, primitivo, que no puedo considerar música".

Por eso, continuamente en sus entrevistas, el pianista apela a la importancia del silencio, cuya ausencia es lo que más le afecta cuando viaja y lo que está contribuyendo a crear "una generación de sordos, todo el tiempo en ruido: para comprar, comer, consumir; es horrible".

Según Volodos, "hoy la gran música está olvidada" y también "está creciendo mucho la ignorancia en la música clásica", algo que supone "no un problema para la música, sino para la humanidad", pues "la gente ignorante es más agresiva" y la ignorancia es "un sinónimo de agresividad y esclavitud" y se les "puede manipular mentalmente muy fácil".

Deseoso de ayudar a los jóvenes, sobre todo desde que tiene sentido de paternidad tras el nacimiento de su hija, Volodos asegura sentirse "privilegiado" porque no necesita nada: "ni siquiera consumir".

"Toda mi riqueza y felicidad está dentro de mí con la música", concluye.