EL CAMINO DE LOS

INGLESES

AUTOR: Antonio Soler

EDITORIAL: Destino

PAGINAS: 350

Tras algunos titubeos en los últimos años, paralelos a los que padece un sector importante de la industria del libro español, el Premio Nadal de novela que impulsa la editorial Destino desde 1945 reorienta con firmeza literaria sus propósitos y añade a su nómina de galardonados al malagueño Antonio Soler (1956), por su novela El camino de los ingleses .

Soler, autor de la insoslayable novela Las bailarinas muertas (que obtuvo dos importantes galardones en 1996: el Premio Herralde y el Premio de la Crítica), afianza sus importantes logros precedentes con una revisión de lo que desde Joseph Conrad se ha dado en llamar la línea de sombra ese momento en la vida en el que finaliza la inocencia y ya sólo se sobrevive: el advenimiento de la edad adulta, cuando todavía se lucha en un espacio que no resulta ajeno. Años desdichados en los que uno cree haber sido feliz.

Para el narrador que ofrece su testimonio en El camino de los ingleses , el abismo de la pérdida de la infancia surge no, como se cree, cuando se vislumbra el regusto de lo que habrá de morir, sino cuando ya se empieza a mirar el pasado con ojos cargados de melancolía.

El sacramento de la amistad recorre con obstinada insistencia cada una de las novelas de Soler, y El camino de los ingleses no podía ser menos, pero además es de las más logradas. Prevalece en el escritor, no obstante, una poderosa capacidad para insertar diálogos y escenas, a menudo desternillantes, en ocasiones rozando el virtuosismo episódico en un crescendo de planos simultáneos de estirpe cinematográfica.

Aunque, al fin, lo que en verdad cuenta es ese chorro de luz arrojado hacia la gente capaz de intentar cambiar su destino, por más que se ande todavía instalado en esa edad en la que se llevan sin remilgos corbatas con elástico.