Larga vida y prosperidad pretende ser un testimonio de la fuerza y la resiliencia que poseen aquellas personas que padecen autismo; es una pena que, para ello, se sirva de una protagonista que es una mera colección de tics y no un ser humano creíble. Mientras la embarca en un viaje por carretera con la implausible excusa de participar un concurso de guiones de Star Trek, el director Ben Lewin en ningún momento se muestra capaz (y ese es su principal problema) de decidir si realmente quiere usar a la joven para explorar de forma consistente un desorden psicológico o si tan solo le interesa retratarla como una heroína cualquiera cuya única particularidad es que habla raro. N. S.